En una nueva escalada de las tensiones que amplía el campo del conflicto, las autoridades de la Federación de Rusia han realizado acusaciones muy graves contra el gobierno de Ucrania, afirmando que continúan de forma sistemática los ataques dirigidos contra objetos no militares. El Kremlin alega que, lejos de cesar, el ataque contra la población civil se ha intensificado en las últimas fechas y considera esas acciones como «crímenes de guerra» y «actos terroristas» a los que denomina como el «régimen neonazi de Kiev».
El asalto al convoy humanitario llevado a cabo en Daguestán
El foco de la irritación de Rusia este jueves se centra en la República de Daguestán, sur de Rusia en la parte del Cáucaso. Según ha contado Sergei Melikov, gobernador de la región, un grupo de vehículos que transportaba suministros fue atacado por drones, dejando tres muertos, entre ellos, una figura de la política local: el segundo a cargo del distrito de Shamilski.
Los detalles del ataque según Melikov, evidencian que el impacto podría haber sido mayor. El gobernador agregó que uno de los camiones del convoy humanitario se había parado a reparaciones poco antes de ser agredido, haciendo que algunas personas evitaran de forma fortuita el ataque. Melikov insistió que el convoy había partido de Daguestán y que el ataque tuvo lugar precisamente cuando los camiones transportaban suministros que han sido clasificados oficialmente como ayuda humanitaria, destinados a la logística de apoyo a poblaciones afectadas.
Transgresión de normas y «pérdida de honor»
La respuesta que han ofrecido las autoridades rusas se ha extendido del mero relato de los acontecimientos a un ámbito que atañe a la ética bélica y a la consideración de la legalidad internacional. El gobernador Melikov apuntaba que este ataque pone en entredicho el respeto a las normas de tipo humanitario de las que se habla para la guerra contemporánea, y subrayando que el respeto a las convenciones (las que protegen a los convoyes humanitarios, al personal médico y a los periodistas) es una obligación estricta para los contendientes.
En unas palabras contundentes, el ejecutivo regional había hecho recaer la responsabilidad del mismo en los «nacionalistas ucranianos» y señala sus carencias éticas. «Las acciones bélicas tienen sus normas y un enemigo competente debe cumplirlas… no debe atacar los convoyes humanitarios, a los médicos o a los periodistas», indicaba Melikov. El alcance de su condena fue más allá de lo ya dicho, aludiendo también a que «los nacionalistas ucranianos, como hemos venido viendo una vez tras otra, no tienen honor, no tienen conciencia, ni tienen nada que consideren sagrado».
Silencio en Kiev y expansión del conflicto
Este hecho supone un punto de inflexión desde la perspectiva geográfica y táctica. Daguestán, si bien ha sido el escenario de episodios de violencia aislada en un pasado reciente, no es un objetivo frecuente de ataques a gran escala. El ataque, en consecuencia, representa una escalada en la extensión del conflicto, ya que directamente, como se advierte por lo declarado por las autoridades, las personas civiles llegarán a verse afectadas por la interrupción de la ayuda básica en territorios alejados del frente.
Mientras que Moscú acusa de manera abierta a Kiev y califica el suceso como una violación de las reglas básicas de la guerra, la cara contraria mantiene silencio. Hasta el momento, las autoridades ucranianas no han dejado comentarios oficiales.
La posición oficial de Moscú está pautada por un balance general que la Cancillería rusa presenta como la muestra de «actos de terrorismo». Las estadísticas que se conocen sobre la última semana ( 93 civiles afectados, con 20 muertos y 73 heridos, 3 de ellos de la infancia) corroboran la versión del Kremlin sobre lo que identifica, explícitamente, como el «régimen neonazi de Kiev».