En un contexto de aumentado caos regional y tensiones en las aguas, la Federación de Rusia ha emitido este jueves un mensaje diplomático muy claro y sólido que reafirma su alianza estratégica con Caracas. La administración rusa no solo ha confirmado su apoyo al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, sino que ha reconocido las «conductas» de Estados Unidos en la zona, describiendo la situación como un «caos jurídico» y acusando a Washington de haber hecho «piratería» a costa de los intereses venezolanos.
«Zona de paz» en contraposición con el «caos normativo»
El mensaje ruso se centra sobre una dicotomía fundamental: la aspiración a una estabilidad suprema y el desorden que arbitrariamente imponen potencias externas. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Maria Zajárova, ha sido quien ha verbalizado esta doctrina, haciendo hincapié en que «América Latina y el Caribe tienen que seguir siendo una zona de paz». Esta declaración no es únicamente retórica, sino que es la respuesta a lo que el gobierno ruso considera como una ruptura del orden internacional en el hemisferio.
El gobierno ruso ha criticado este jueves lo que define literalmente como el «caos normativo en el mar Caribe», para el Kremlin, las acciones de Estados Unidos han difuminado las normas de convivencia y del comercio internacional, convirtiendo una región que debería estar caracterizada por la paz en un teatro de operaciones atípico. La tenacidad reivindicativa de mantener la región como una «zona de paz» pone de manifiesto la preocupación por parte de Rusia ante una escalada que pueda agravar aún más el equilibrio geopolítico global.
Acusaciones de piratería y bloqueo de los carburantes
El momento de mayor tensión de la denuncia de la parte rusa se encuentra en la acusación de acciones navales por parte de los Estados Unidos. El gobierno de Rusia acusó formalmente al Gobierno de Washington de haber ejecutado actos de «piratería» en la zona. Esta muy dura calificación jurídica y diplomática es explicada por hechos materiales: el secuestro de al menos tres petroleros venezolanos.
Según la lectura del Kremlin, estas intercepciones de buques no son incidentes aislados ni maniobras de aplicación legislativa, sino acciones de guerra económica intensiva. Moscú sitúa estas acciones «en medio de la presión contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para que deje el poder». Para unificar la consideración de las maniobras reunidas en torno a los petroleros, Rusia reduce cualquier autoridad de los Estados Unidos para actuar como control policial en aguas internacionales al considerarlas actos de piratería, como si estas acciones no tuvieran ningún tipo de base jurídica y como si constituyeran robos de patrimonio soberano para dejar atrás al gobierno de Maduro.
Normalidad diplomática como forma de resistencia
El trasfondo de bloqueo y persecución en alta mar provocó que Rusia moviera una contra-narrativa de estabilidad institucional. En su comunicado, Zajárova subrayaba un mensaje de continuidad: «Confirmamos nuestro apoyo a la labor del Gobierno de Nicolás Maduro». Esa señal de respaldo político se convierte, de hecho, en acciones sobre el terreno.
La portavoz recalcó incluso una confirmación explícita, al aseverar que la Embajada de Rusia en Venezuela «está funcionando con normalidad». Precisamente, declarar que una Misión funcione «de la misma manera que solía hacerlo» en el marco de una aguda crisis es, como elemento de lenguaje diplomático, una señal de fortaleza y valentía. El excelente funcionamiento de la embajada aparece así, como guardián del apoyo ruso a la labor del ejecutivo venezolano.
La declaración reafirma la idea de que Rusia juega el papel de contrapeso a la influencia estadounidense en América Latina. El mensaje final es de resistencia y persistencia. Llamando a que la región «debe seguir siendo una zona de paz».