El gobierno de Trinidad y Tobago emitió un comunicado que pone en peligro los cimientos de la diplomacia regional. El país ha adoptado una postura en contra de la Comunidad del Caribe (CARICOM) en el contexto de las políticas migratorias implementadas por el gobierno estadunidense en relación a las restricciones de visados. Se trata de un documento que tiene su origen en la declaración formulada de la administración de Donald Trump, el 16 de diciembre, sobre las limitaciones en los visados.
«La putrefacción en el seno de la organización»
El documento dice que Trinidad y Tobago «no forma parte» de la denuncia del Buró de Jefes de Gobierno de CARICOM en favor de los afectados por la atenuación de visados (Dominica y Antigua y Barbuda), sino que fue el gobierno trinitense quien aceptó el «derecho soberano» de Washington para proteger sus fronteras ante los riesgos de seguridad, en su opinión, provocados por sus propios vecinos con programas de ciudadanía problemáticos.
La escritura oficial no escatimó en adjetivos referidos al estado de la integración caribeña: para el gobierno, tras la «delgada máscara de la unidad», subyacían hendiduras profundas debido a la «mala administración, la laxitud en cuanto a las responsabilidades y las divisiones facciosas».
«CARICOM no puede funcionar más así, en este modo disfuncional y autodestructivo», concluyó el comunicado, además del ruego a los líderes de la región para que no se escondan más tras la «falsa sofisticación» de la diplomacia y se enfrenten, a la «putrefacción» institucional. El gobierno de Puerto España recuerda a sus ciudadanos que no se dejarán llevar por las «ideologías políticas» del bloc y que toda nación debe estar lista para aceptar las «consecuencias concomitantes» de sus decisiones soberanas.
Sobre el factor Venezuela
El origen de esta ruptura diplomática se encuentra claramente en la ideología: Venezuela. El comunicado reiteró que CARICOM «había perdido el rumbo» por haber «menospreciado a su mayor aliado, los Estados Unidos» en tanto apoyaba al régimen de Nicolás Maduro.
El gobierno trinitense se mostró contundente al calificar la administración venezolana como un «narco-gobierno encabezado por un dictador que ha encarcelado y matado a miles de ciudadanos». La posición de Trinidad y Tobago establece que la ambivalencia de la región caribeña ante Caracas, incluso cuando hay territorios de dos estados miembros que han sido amenazados, es prueba de que dicha organización ha dejado de servir los intereses de los pueblos del Caribe.
Esta alineación total con el gobierno de Washington confecciona un ajuste muy por encima de cualquier mera retórica y aterriza en el ámbito militar. La primera ministra Kamla Persad-Bissessar, responsabilizada por sus detractores de extremar la soberanía, ofreció unas declaraciones paralelas en las que se pronunció firmemente a favor de la autorización a las aeronaves militares de EE. UU. para que puedan aterrizar en los aeropuertos locales como parte de la llamada
«Operación Lanza del Sur»
Frente a las críticas que cuestionaban tanto la soberanía como una suerte de cerco a Venezuela, la presidenta fue absolutamente pragmática: «Si se preocupan por el radar y se preocupan por Venezuela, no se preocupen», indicó, para agregar que su única preocupación es «proteger» a la población trinitense frente a los indeseables riesgos que implica la seguridad transnacional: «No ha habido un año en el que las drogas no hayan llegado hasta Trinidad y Tobago… El cambio es ahora rotundo», señaló.
«Nuestros ciudadanos pueden estar seguros de que siempre tomaré decisiones que pongan a Trinidad y Tobago primero», finalizó la primera ministra. Con más de 350 000 ciudadanos trinitenses que poseen visado y otros 250 000 que residen en EE. UU., este es el mensaje: la lealtad a CARICOM finaliza donde comenzamos a definir el espacio para los intereses nacionales.
