JD Vance acompañó con un eufórico mensaje la decisión de su gobierno de invertir parte del esfuerzo bélico estadounidense en la lucha contra el crimen organizado y los cárteles de droga en la región sur del Mar Caribe. «Es el mejor uso de nuestras fuerzas armadas», aseguró.
Se afianza el relato antinarco
Los nuevos despliegues militares realizados en aguas internacionales y aliadas por parte de los Estados Unidos, ha generado gran controversia y un abanico de diversas respuestas, desde el recibimiento eufórico hasta la total condena. En este último espectro se encuentra Venezuela, que observa con recelo la actividad militar impulsada por Washington tan cerca de las costas de Caracas.
En las antípodas se encuentra, como es de esperar, el vicepresidente de la segunda gestión de Donald Trump al frente de la Casa Blanca, James David Vance, quien envió un mensaje claro y contundente en defensa del uso de la fuerza militar en la lucha contra las organizaciones criminales y el narcotráfico.
En su cuenta oficial de la red social X, Vance aseguró que “matar a miembros de carteles que envenenan a nuestros ciudadanos es el mayor y mejor uso de nuestras fuerzas armadas”, reforzando la postura del ala más dura que impulsa la administración Trump en relación a la seguridad y el combate contra el narcotráfico hasta la fecha.
Crecen las tensiones con Venezuela
Tras el último despliegue de material bélico autorizado por la Casa Blanca, once personas perdieron la vida en el mar Caribe como consecuencia de un operativo militar estadounidense, dirigido contra una embarcación de bandera venezolana que habría sido utilizada como medio para transportar y distribuir droga.
El incidente, justificado por Washington en el marco de su lucha contra el narcotráfico, ha profundizado la disputa política entre Estados Unidos y Venezuela, que amenaza con escalar a un conflicto bélico abierto. En los días siguientes al operativo, se lanzaron una serie de declaraciones de alto nivel y amenazas de represalia armada que decantó en un endurecimiento de la retórica narrativa propia de ambos países.
Los hechos tuvieron lugar el pasado 31 de agosto, momento en el que una lancha había zarpado desde San Juan de Unare, estado de Sucre en Venezuela, con destino a Trinidad y Tobago. No obstante, la embarcación fue interceptada y atacada por efectivos militares estadounidenses que, según la versión promulgada por Estados Unidos, tenían la información de que formaba parte de las operaciones del grupo criminal transnacional, Tren de Aragua.
Desde la Casa Blanca, enmarcaron la intervención militar como parte de un «conflicto armado» contra una «organización designada como terrorista«. La muerte de todos los tripulantes de la lancha, significó un cambio en el paradigma habitual de interdicción y detención, y fue expuesto desde Washington como una acción directa contra el narcotráfico.
Aviones venezolanos sobre buques estadounidenses
El clima de tensión entre Estados Unidos y Venezuela siguió en ascenso. Tras el ataque a la presunta narcolancha, se reportó un incidente que tuvo como protagonistas a varios aviones F-16 de la Fuerza Aérea de Venezuela, que se vieron sobrevolando un buque estadounidense que, según el relato oficial, cumplía tareas antidroga en la región.
La presencia de aviones venezolanos sobrevolando los barcos estadounidense detonó una peligrosa advertencia por parte de Trump, quien advirtió que cualquier vehículo aéreo militar venezolano que represente o sea considerado una amenaza para las tropas estadounidenses estacionadas en el Caribe «será derribado».
En la misma conferencia de prensa, el inquilino de la Casa Blanca, delegó en la cúpula militar estadounidense la potestad de decidir si actuar y cómo responder a las situaciones que consideren pertinentes, y confirmó el despliegue inmediato de diez cazas F-35 en Puerto Rico. “Si nos ponen en una posición peligrosa, serán derribados”, sentenció el mandatario.
