Nuevas simulaciones acercan la desintegración de nuestro sistema solar en el tiempo. Nuestro planeta será absorbido por el Sol muchos años antes.
¿Cuándo desaparecerá nuestro sistema solar? Delimitar el destino final de nuestro sistema solar es un asunto en el que los astrónomos llevan investigando cientos de años. Estudiar el probable destino de nuestro sistema solar es "una de las búsquedas más antiguas de la astrofísica, que se remonta al mismo Newton", apunta un equipo de científicos en The Astronomical Journal.
El día en el que nuestro Sol muera, los planetas de nuestro sistema solar perezcan, nuestra estrella acabe expulsando la mayor parte de su masa y se vaya enfriando poco a poco, parece que tendrá lugar antes de lo esperado. Un nuevo estudio ha revisado los cálculos de supervivencia de nuestro sistema solar y la conclusión es que los planetas escaparán de la galaxia dentro de “apenas” 100.000 millones de años, dejando al Sol solo y moribundo, atrás.
Según los investigadores, cuanto mayor sea el número de cuerpos involucrados en un sistema dinámico, actuando todos entre sí, más complejo se volverá el sistema y más difícil es predecirlo. Lo que se denomina el 'problema de N-cuerpos'.
En 1999, los astrónomos predijeron que el sistema solar se desmoronaría lentamente durante un período de al menos mil millones de billones, es decir, 10 ^ 18, o un trillón de años. Ese es el tiempo que tardarían, calcularon, las resonancias orbitales de Júpiter y Saturno en 'desacoplar' a Urano.

No estamos aislados
Pero es que no solo debemos tener en cuenta para esta predicción la dinámica de los objetos sino también la evolución del Sol que se transformará dramáticamente conforme vaya envejeciendo fuera de la secuencia principal, aumentando hasta un tamaño que envuelva las órbitas de Mercurio, Venus y la Tierra y perdiendo casi la mitad de su masa durante los próximos 5.000 millones de años. El Sol, convertido en gigante roja, se tragará estos mundos más próximos.
Esta pérdida de masa arrastrada al espacio por los vientos estelares aflojará el agarre gravitacional del Sol sobre los planetas restantes, Marte y los gigantes de gas y hielo externos, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Así que, aunque los planetas exteriores sobrevivirán a esta evolución, no escaparán ilesos: la pérdida de peso de nuestro Sol, transformado ya en una enana blanca, hará que los planetas exteriores se alejen aún más, debilitando su atadura a nuestro sistema solar.
Además, hay que tener en cuenta el resto de estrellas. A medida que el sistema solar orbita el centro galáctico, otras estrellas acabarían acercándose lo suficiente como para perturbar las órbitas de los planetas. "Al tener en cuenta la pérdida de masa estelar y la inflación de las órbitas de los planetas exteriores, estos encuentros serán más influyentes", escribieron los autores. "Con el tiempo suficiente, algunos de estos sobrevuelos se acercarán lo suficiente como para disociar, o desestabilizar, los planetas restantes".
Las simulaciones demuestran que dentro de unos 30.000 millones de años, los sobrevuelos estelares habrán perturbado tanto nuestros planetas exteriores como para que la configuración estable se vuelva caótica y lance a la mayoría de planetas gigantes fuera del sistema solar.
Tras este suceso, los planetas gigantes deambularán de forma independiente por la galaxia, uniéndose a otros planetas que flotan libremente sin estrellas anfitrionas.
Eso sí, estos nuevos datos no están grabados en piedra, pues dependen de las observaciones actuales del entorno galáctico local y las estimaciones de sobrevuelos estelares, algo que, lógicamente puede cambiar. Sea como fuere, aún faltan muchos miles de millones de años para que todo acabe.
Referencia: The Great Inequality and the Dynamical Disintegration of the Outer Solar System Jon K. Zink, Konstantin Batygin, and Fred C. Adams. Published 2020 © 2020. The American Astronomical Society. All rights reserved. The Astronomical Journal, Volume 160, Number 5 https://iopscience.iop.org/article/10.3847/1538-3881/abb8de doi:10.3847/1538-3881/abb8de
Por Sarah Romero
Ecoportal.net