El acelerado crecimiento de la inteligencia artificial (IA) trae consigo un problema sustancial que afectará a toda la humanidad: la generación desmedida de basura. La demanda de recursos para la fabricación de los elementos necesarios para la producción y masificación de la IA además de la velocidad a la que ocurre la obsolescencia de los programas, equipos y chips ocasiona que los residuos de la industrialización y el uso de IA crezcan de manera más que proporcional.
La IA es una industria altamente extractiva
La inteligencia artificial requiere de equipos y materiales sumamente tecnificados, los cuales para su funcionamiento requieren de chips y partes con elevada capacidad de transmisión eléctrica y electromagnética, de manera que su fabricación necesita de minerales raros, piedras preciosas y otros recursos naturales cuya extracción tiene un elevado coste medio ambiental en cuanto a su explotación y la generación de basura.
En ese sentido, los países adelantados en la producción de IA generativa hacen la búsqueda de estos minerales, denominados también tierras raras en todas las zonas donde potencialmente se encuentran de manera natural, pudiendo intuir en algunos casos que tienen participación en conflictos que ocurren en esas naciones con el interés de obtener como beneficio el acceso a dichos recursos.
De esta forma, la extracción de minerales se ha incrementado mediante la inversión extranjera en países africanos y suramericanos aumentando su huella ecológica, en casos como el arco minero venezolano o la deforestación de la selva amazónica brasileña, lo cual termina afectando el legado ambiental de la humanidad, teniendo como una de las consecuencias potenciales los riesgos a la salud de todas las personas.
La contaminación inicia durante el proceso productivo
El proceso de extracción de los minerales y tierras raras deja consigo un importante impacto en términos de la producción de basura además del consumo y contaminación de los recursos como el agua o la energía, que son la base para la obtención de minerales desde su fuente primaria, en la que adicionalmente se emplean sustancias como el plomo o el mercurio, que quedan de manera residual en el entorno donde son usados.
El problema se agrava por cuanto los países de donde se realiza la extracción no son los mismos donde se produce la inteligencia artificial, generando por una parte dependencia económica ligada a que la producción de basura y la contaminación dejan de ser relevantes tanto para quienes poseen los minerales que sólo desean venderlos y quienes los requieren que unicamente desean obtenerlos.
De este modo, la situación ambiental asociada a la generación de inteligencia artificial pierde de vista a los responsables y diluye la problemática hasta el punto que no se hace visible hacia los usuarios o la población en general, quienes ven los avances tecnológicos como positivos en todas las aristas, obviando la intensiva contaminación de la producción desde las materias primas hasta su uso.
Basura electrónica
Además de la contaminación generada durante la generación de la IA a partir de la fabricación de chips, esta industria es productora de basura debido a que los productos tecnológicos tienen un ciclo vital que dura un máximo de 5 años, siendo su promedio de uso entre 1 a 3 años, período después del cual son acumulados y vertidos la mayoría de las veces como basura común, dificultando su reciclaje.
De esta forma, cada año se producen más de 50 millones de toneladas de chatarra electrónica al año, de la que sus componentes no pueden ser reciclados en su totalidad, por cuanto estos chips, vienen montados en plásticos como la baquelita, que se mezcla con otros plásticos y con los metales como el cobre, el estaño, el aluminio, sumado a metales preciosos como el oro, el coltán, entre otros.