Comer es un acto agrícola, cultivar es un acto gastronómico

Por José Luis Cianci

Decir Slow Food, es decir NO al Fast Food y todo lo que se esconde detrás de ella. Es asumir una postura crítica ante lo que comemos. Es preguntarnos de dónde vienen los alimentos, la manera en que han sido producidos, y bajo qué condiciones. Es despertar ante la realidad de los OGM, de los agroquímicos, de los monocultivos, de la pérdida de biodiversidad. Y lo más importante, confrontarnos con los monocultivos de la mente que nos impiden ver la diversidad como la base de la existencia, en todo sentido. Para que el acto de comer tenga relación con la vida, la Tierra no puede seguir siendo violentada con los paquetes tecnológicos que están acabando con ella. Debemos mirar, entonces, hacia formas de producción de alimentos que se alejen de la perversión mercantilista de la máxima productividad en menoscabo de la naturaleza.


El evento Terra Madre 2010 realizado en Turín entre el 21 y el 25 de octubre, reunió a más de ocho mil personas de 162 países; entre ellas a personalidades como Vandana Shiva, Serge Latouche, Raj Patel, Manfred Max Neef, entre otros; quienes nutrieron las diversas conferencias durante esa semana, las cuales versaron sobre tópicos tales como Biodiversidad y Ecosistemas; Educación Sostenible; Transformaciones y Sistemas Sociales; Biológico, sostenible y Justo; La Agricultura Familiar rechaza los OGM, entre otras.

Esta gigantesca reunión pluricultural giró en torno a una idea fundamental, contenida en la sentencia “Comer es un acto agrícola, cultivar es un acto gastronómico”, expresada por Carlo Petrini, fundador de Slow Food, que invita a reflexionar en la sabiduría encerrada en ella, por la trascendencia que significa la comprensión de que el comer no es un acto que pueda estar alienado de la Madre Tierra, antes bien, de la relación armónica que establezcamos con ella, depende su salud y la nuestra.

De allí que, para que cultivar sea un acto gastronómico y comer sea un acto agrícola, debemos pensar junto a Vandana Shiva, que los Organismos Genéticamente Modificados, no son parte de la Creación. Pues son mutaciones creadas (como parte de un paquete tecnológico) por las no-humanas Corporaciones Mundiales de los alimentos. Reflexión que compartimos, por cuanto destruyen lo que de humano hay en el acto de comer y cultivar.

Por eso la importancia conceptual de este evento: Para que el acto de comer tenga relación con la vida, la Tierra no puede seguir siendo violentada con los paquetes tecnológicos que están acabando con ella. Debemos mirar, entonces, hacia formas de producción de alimentos que se alejen de la perversión mercantilista de la máxima productividad en menoscabo de la naturaleza.


Actos como Terra Madre son escenarios propicios para el encuentro de gente preocupada por la salud integral del Planeta. Propicios para convertir en hechos concretos las inquietudes, tal vez aisladas de personas y comunidades lejanas, pero con un mismo fin: frenar un modelo de producción y consumo que aniquila la diversidad. Igualmente proponer cambios que desde lo local logren impactar en los decisores mundiales.

Porque evidentemente, Terra Madre 2010, fue un acto Político. Uno que trata de subvertir el orden que nos han impuesto las corporaciones mundiales en materia alimentaria. Ese orden del mundo al revés del cual habla Galeano, que nos dice qué comer, qué sembrar, y en cuánto tiempo hacerlo. Y mientras más rápido mejor, por supuesto.

En la oportunidad que tuve de participar, en el foro sobre la realidad suramericana y caribeña, hablé sobre la Legislación venezolana en cuanto a la prohibición de los transgénicos, la lucha contra los latifundios y las acciones que el Estado viene tomando a fin de que la Revolución Agraria sea exitosa. Así mismo también comenté sobre el velo mediático y la tergiversación de la realidad venezolana por parte de los grandes medios de comunicación de las oligarquías mundiales.

Pude observar que tuvieron muy buena acogida estas acciones que de la mano entre Pueblo y Estado, se vienen dando en Venezuela, en virtud de que no es común que esto suceda a escala global. Más bien el caso contrario es la realidad impuesta por el modelo neoliberal: los Pueblos luchan contra los Estados que siguen los lineamientos impuestos por las Corporaciones.

Ahora, aunque es cierto que la legislación venezolana privilegia una agricultura con bases agroecológicas y la no utilización y promoción de los OGM, no es menos cierto esas imposiciones culturales de las empresas transnacionales han desplazado los saberes y costumbres autóctonas, creando comportamientos condicionados que dificultan volver a formas sustentables de producción y consumo.

De allí que el campesino, el productor agrícola, deba ahora des – aprender los males de la Revolución Verde, lo cual representa un gigantesco desafío. Esta tarea significa cambiar los patrones de consumo, para poder cambiar los modos de producción. Es acá cuando ese lema de Slow Food cobra importancia y se vincula con el aspecto más sensible en el marco de las pequeñas comunidades productoras de alimentos: lograr que el acto agrícola sea un acto de conciencia. Comprensión primaria que garantiza que la totalidad del ciclo genere vida y no muerte.

Desafío noble que nos impulsa a seguir y practicar postulados no meramente conservacionistas sino verdaderamente transformadores, ya que decir Slow Food, es decir NO al Fast Food y todo lo que se esconde detrás de ella. Es asumir una postura crítica ante lo que comemos. Es preguntarnos de dónde vienen los alimentos, la manera en que han sido producidos, y bajo qué condiciones. Es despertar ante la realidad de los OGM, de los agroquímicos, de los monocultivos, de la pérdida de biodiversidad. Y lo más importante, confrontarnos con los monocultivos de la mente que nos impiden ver la diversidad como la base de la existencia, en todo sentido.

Así pues, a través de lo mega diverso que se presentó en Terra Madre 2010, toman fuerza las propuestas vanguardistas en la búsqueda de un mundo mejor. Estas apuntan a afinar una visión ecosistémica que confronte al reduccionismo que, al decir de Vandana Shiva, es “la anestesia del pensamiento”. A lo que a continuación permítanme que copie textualmente un fragmento de las conclusiones del evento, recogidas en un documento denominado “Manifiesto sobre el futuro de los Sistemas del Conocimiento, Soberanía del Conocimiento para un Planeta Sano”: “La supervivencia de los seres humanos depende de la capacidad de nuestra especie para mantener y preservar la plasticidad de la biosfera con todos los elementos que la forman e interactúan, incluida la especie humana misma. La agricultura, que es un sistema de producción basado directamente en los recursos de la biosfera –suelo, agua y biodiversidad-, nos ofrece un buen ejemplo de no sustentabilidad provocada por la transición del saber ancestral a la ciencia fragmentaria. El método reduccionista, nacido con la ciencia moderna con el objetivo de simplificar el estudio de los sistemas naturales, produjo un impresionante progreso tecnológico pero, al mismo tiempo, también una profunda fragmentación del conocimiento de los sistemas naturales y una pérdida de la capacidad de síntesis”

De todo lo anteriormente expuesto trasciende la importancia de valorar en su justa dimensión los esfuerzos que se hacen desde los encuentros como Terra Madre. Por ello debemos insistir con Simón Rodríguez, en la necesidad de “enseñar a aprender”, en este caso, a comer y a cultivar; para no errar en aquello que sustenta la vida. Por eso, el lema de Slow Food se convierte en un estilo de vida: “Comer es un acto agrícola, cultivar es un acto gastronómico.” www.ecoportal.net

José Luis Cianci – Profesor UBV – Edo. Zulia, Venezuela