Colectividad y naturaleza como alternativas

“A veces hay una nostalgia intensa de tener otro tipo de vínculos, de sentirnos más conectados como personas, un anhelo de pertenencia, una búsqueda de comunidad”. Son palabras de Mauge Cañada, portavoz de la Red Ibérica de Ecoaldeas RIE y miembro de Lakabe, una ecoaldea de Navarra que lleva 34 años activa. Detrás de este movimiento de comunidades ecológicas que algunos podrían definir de hippismo trasnochado, se esconde toda una cultura de ‘lo nuestro’ que se instala cada vez con más fuerza en diferentes zonas del planeta, España incluida. Quizás, una de las razones sea que la crisis económica ha despertado la conciencia de mucha gente que ha visto el regreso a lo colectivo y natural como una alternativa de cambio. “Hay un mayor interés por una vuelta al campo y a una vida más plena. Lo vemos como una opción de generar economía a una escala más humana, con recursos y emprendimientos más asequibles“, explica Mauge.

Decrecer con equidad

Decrecer para aliviar la crisis ambiental, lo cual resulta tan obvio y tan simple que ningún gobernante del planeta lo recuerda a la hora de formular políticas ambientales. El consumo es la gran variable olvidada en toda estrategia de gestión ambiental. Con nuestra actitud responsable como consumidores, podemos gobernar el sistema mundial.

Permacultura: una cultura sustentable es posible

En el escenario de un mundo de creciente escasez energética, la permacultura podría sentar las bases para una sociedad más frugal y una cultura de adaptación descendente en el consumo de energía, desarrollando estrategias que combinen creativa y modularmente elementos y lógicas de la modernidad, con otras que surgen de una observación meticulosa de la naturaleza y del rescate de las culturas premodernas.

Una Argentina concebida como redes de aldeas ecológicas

A lo largo del presente discurso, he ido desgranando cursos de acción susceptibles en nuestra óptica de procesar las problemáticas que se han cernido sobre nuestras respectivas existencias. Reconociendo que los cambios culturales, en palabras sencillas, el cambio de hábitos afianzados, son en extremo difíciles. Tampoco son imposibles. Y está demostrado que la persona en situaciones límite aguza su ingenio. Ya pasó el tiempo de las advertencias. Es hora de que cada uno – en los ámbitos que frecuente públicos o privados – proceda en consecuencia.