El consumo de refrescos en México es motivo de alerta para las autoridades sanitarias pero con datos recientes que muestran una ingesta alarmante desde la infancia, la Secretaría de Salud advirtió sobre el impacto que tienen estas bebidas en la salud pública pero no solo se centra en los altos niveles de azúcar que contienen, sino también en el vínculo directo con enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y los problemas cardiovasculares.
Un consumo excesivo cada vez desde edad más temprana
En México, cada persona bebe en promedio 166 litros de refresco al año, lo que equivale a una botella de 600 mililitros con 15 cucharadas de azúcar diarias, siendo que esta cifra coloca al país entre los de mayor consumo de bebidas azucaradas en el mundo pero la advertencia oficial busca hacer conciencia sobre lo que demuestra este patrón de consumo.
Lo cierto es que, no se trata de una práctica ocasional, sino de un hábito cotidiano que se vuelve dañino con el tiempo pero la situación se agrava porque la costumbre comienza en etapas tempranas (este refresco no estará en las escuela primarias). Así, siete de cada diez niños y adolescentes consumen refrescos todos los días, incluso durante el desayuno, lo que provoca que cuatro de cada diez presenten sobrepeso u obesidad.
El titular de la Secretaría de Salud, David Kershenobich, lo expresó con claridad: “¿Se tomarían 15 cucharaditas de azúcar al menos una vez al día? Eso es lo que contiene un refresco de 600 ml”. Sin embargo, este patrón alimenticio sobrepasa los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, las autoridades aconsejan que los azúcares libres no representen más del 10% de la ingesta calórica diaria entonces el exceso acumulado desde la infancia no desaparece, sino que se proyecta en el tiempo, desencadenando enfermedades crónicas en la edad adulta.
Enfermedades relacionadas con los refrescos: exceso de azúcar
La Secretaría de Salud subrayó que uno de cada tres nuevos casos de diabetes mellitus en México está vinculado de manera directa con el consumo de refrescos, al igual que uno de cada siete casos de enfermedades cardiovasculares pero el panorama se vuelve más preocupante cuando se observan los datos de mortalidad.
Lo cierto es que solo en 2024, se registraron 192,563 muertes por enfermedades cardiovasculares y 112,641 por diabetes mellitus, dos de las principales causas de fallecimiento en el país. Más allá de las cifras, el daño también ocurre frente a quienes enfrentan estas complicaciones sufren hasta 10 años de vida saludable menos, debido a discapacidades derivadas de la hemodiálisis, amputaciones o infartos.
Cabe mencionar que, este funcionario recordó que las consecuencias se acumulan con el tiempo: “El daño generado por el consumo de bebidas azucaradas en la infancia no desaparece, se acumula y se proyecta en el tiempo”, este efecto progresivo convierte al consumo de refrescos en un factor de riesgo constante que erosiona la salud a lo largo de la vida.
Las campañas de salud y medidas preventivas
La Secretaría de Salud anunció el fortalecimiento de programas de prevención como Vive Saludable, enfocado en reducir el consumo de refrescos y alimentos ultraprocesados desde edades tempranas. Sin embargo, la estrategia de salud pública no se limita a informar, sino que pretende cambiar patrones culturales porque el reto consiste en disminuir la ingesta de bebidas azucaradas en un país donde forman parte de la vida diaria.
Por este motivo, lo importante estaría en evitarlas, siendo que como señaló el propio Kershenobich: “Cuando revisamos obesidad, enfermedad cardiovascular, pie diabético y enfermedad renal crónica, todas tienen en común el abuso en el consumo de refrescos”.
Para ello, se trabaja en campañas educativas, etiquetado más claro y una mayor difusión de las consecuencias que el exceso de azúcar provoca en la salud pero la Secretaría de Salud (esto pasó frente a Sheinbaum) insiste en que la verdadera solución no está solo en tratar las enfermedades.