Con motivo del Año Jubilar y a la luz del sexagésimo aniversario del Concilio Vaticano II, el Papa León XIV expone una amplia y matizada Carta Apostólica que dirige a todo el Pueblo de Dios, y a los presbíteros de manera particular. La Carta titulada Fidelidad y Servicio, les invita a una renovación honesta y espiritual del ministerio, haciendo caer en la cuenta de que no se puede hablar de un sacerdocio entendido como una carrera, ni como una ambición personal, sino como una respuesta a un «impulso espiritual» que brota de un encuentro con el Señor.
Contra la cultura del aislamiento: la fraternidad y la sinodalidad
Una de las principales fuentes del mensaje es el rechazo del aislamiento del sacerdote, e incluso el Papa constata que «ningún pastor existe por sí solo». Para León XIV, un ministerio sólo con la comunidad es un ministerio estéril. Es signo de preocupación que las comunidades también son amenazadas en su identidad por una movilización y fragmentación social típica de los grandes contextos o culturas occidentales. Se crea un clima en el cual los curas tienden a vivir una soledad con «la cual se apaga el impuso apostólico» y se llega a una profunda soledad triste y egoísta.
La respuesta que le da es la de instar a las diócesis a crear o propiciar espacios de vida en común que garanticen incluso una red de apoyo emocional y económico ante todo para los curas enfermos y ancianos o para aquellos que sirven en el contexto de unas comunidades empobrecidas. El texto exige, además, un cambio al modelo de liderazgo: el presbítero debe abandonar la figura del líder exclusiva y autoritaria por un «estilo sinodal» que implica una conducción colegiada, donde humildemente el cura colabore con los diáconos y los laicos. Y de esta forma dé valor a los carismas de unos y otros y, a la vez, evite identificar la potencia sacramental con el poder mundano.
La madurez humana y los traumas generados por los abusos
El Papa, sin complejo alguno, se adentra en la crisis de confianza en la institución y explica que los abusos por parte de miembros del clero «llenan de vergüenza» a la Iglesia y obliga a tener presente esa situación en la formación de los sacerdotes. En este sentido, León XIV pretende entender el seminario como «escuela de los afectos» donde se formen humanos que puedan tener vínculos auténticos.
El documento es insistente en que sólo las personas con una adecuada integración de la dimensión humana y la dimensión espiritual pueden vivir bien el celibato. El Papa hace un llamamiento para mirar con compasión, pero con responsabilidad a la situación de quienes dejan el ministerio, como una advertencia de que esa prevención empieza precisamente por una formación humana que cure el narcisismo y el egocentrismo antes de la orden.
Misión en tiempos de ansiedad digital
Finalmente, el mensaje papal reflexiona sobre la forma en la que ha de «situarse» el cura en una época marcada por la ansiedad y por la «hiperconexión». El Santo Padre identifica, por un lado, dos tentaciones contemporáneas como el «eficientismo», donde se mide el valor del cura en función de la cantidad de actividades y también un «quietismo» que lleva a la parálisis porque se tiene miedo del entorno.
Y frente a esto, a León XIV le preocupa la adecuación de la acción y de la contemplación. Trae una advertencia explícita ante la exposición mediática o el uso de las redes sociales: hay que «desaparecer para que permanezca Cristo», alejarse del personalismo y de la vanidad digital. En este sentido, recuerda el Papa que la misión es «salir» de uno mismo para ir a las personas.