Crisis Climática: El colapso ecológico ya comenzó

En los últimos meses, hemos sido testigos de varias anomalías climáticas que establecen nuevos récords históricos en el preocupante avance de una crisis climática global.

Durante el mes de junio, se registró un aumento significativo de la temperatura en la superficie del Atlántico Norte, llegando a alcanzar un incremento máximo de 1,3 °C en comparación con los niveles preindustriales. Asimismo, a nivel global, también se observó un aumento en la temperatura promedio de los océanos, aunque en magnitudes menores.

En cuanto al hielo antártico, lamentablemente ha alcanzado un nuevo nivel de retracción. Esta disminución es comparable a la histórica registrada en 2016, aunque ha ocurrido varios meses antes de lo esperado, incluso durante la temporada fría.Los científicos han alertado sobre un posible cambio profundo en las corrientes que regulan la temperatura y la vida en los océanos y a nivel mundial, debido a la combinación de estos registros.

Esta preocupación se debe al impacto que podría tener en el equilibrio climático y la biodiversidad marina. La reciente aparición de olas de calor en diferentes costas alrededor del mundo, como Irlanda, México, Ecuador, Japón, Mauritania e Islandia, podría indicar un fenómeno global.

Estos fenómenos no solo se encuentran presentes en los océanos, sino también en la atmósfera.

El 4 de julio, la temperatura media mundial del aire alcanzó un impresionante récord histórico de 17,18 °C. Esta medida, tomada a una altura de 2 metros desde el suelo, es la más alta registrada en los últimos siglos.

Durante este tiempo, las temperaturas en los continentes, especialmente en el Norte, han alcanzado niveles récord. Siberia registró una temperatura de 40 ºC, México alcanzó los 50 ºC y junio se convirtió en el mes más caliente registrado en Inglaterra desde que comenzaron los registros históricos en 1884.

Por otro lado, las sequías también representan un desafío importante, como la que actualmente está afectando a Uruguay. Desde mayo, la escasez de agua dulce ha obligado a recurrir cada vez más a fuentes salobres, lo que ha hecho que el agua del grifo sea inapropiada para consumo humano en el área metropolitana de Montevideo, donde se encuentra el 60% de la población del país. La región del país está experimentando una severa sequía que, de persistir, podría resultar en una escasez de agua potable.

El calor intenso y las sequías no solo causan incomodidad, sino que también contribuyen a la aparición de incendios devastadores, como el que ha estado afectando al bosque boreal en Canadá durante varias semanas. Se han registrado más de 500 focos de incendio dispersos por diferentes regiones del país, muchos de los cuales están fuera de control. Las imágenes ampliamente difundidas muestran una Nueva York apocalíptica, sumida en la oscuridad y teñida de rojo, cubierta por un espeso manto de cenizas.

Las evidencias trágicas que se acumulan de forma incontestable contradicen cualquier argumento negacionista, dejando claro que la crisis climática ya es una realidad presente en nuestras vidas. Este hecho también señala el fracaso completo de las políticas e iniciativas implementadas para disminuir las emisiones o la presencia de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.

En mayo de este año, se registró un aumento significativo en los niveles de dióxido de carbono (CO2) medidos en el observatorio de referencia global de la NOAA en Hawái. Estos niveles alcanzaron un récord histórico de 424 partes por millón (ppm), lo cual representa un incremento superior al 50% con respecto a los niveles anteriores al comienzo de la era industrial y, las del periodo enero – mayo de 2023, un 0,3% mayores que las de igual periodo del 2022 y 1,6% respecto del de 2019 (Carbon monitor, 2023).

El informe más reciente de 2023 del IPCC revela datos preocupantes

Según este informe, la temperatura de la superficie global ha aumentado a un ritmo más acelerado desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante al menos los últimos 2000 años, el mismo periodo en el que se desplegaron los acuerdos internacionales y las iniciativas locales para combatir las causas del cambio climático (IPCC, 2023).

Podemos ver el fracaso de estas políticas en el presente, ya que el capitalismo antiguo sigue teniendo una presencia fuerte y continúa con su saqueo y destrucción del medio ambiente y la sociedad. La crisis civilizatoria del capital que enfrentamos en la actualidad se caracteriza por una guerra regional a nivel global y los avances de un extractivismo extremo.

Estas dimensiones principales amenazan la vida en el planeta, contribuyendo a lo que se conoce como la Sexta Extinción, según Seoane (2023).

Las políticas de mitigación han demostrado ser ineficaces y las políticas de adaptación carecen de fuerza o incluso están ausentes. Estas últimas tienen como objetivo reducir los impactos previsibles del cambio climático. Las consecuencias de esta situación recaen principalmente en los sectores populares.

Esto plantea una urgencia no solo para llevar a cabo una transición socio-ecológica, sino también para elaborar planes de adaptación social desde estos mismos sectores. Es importante que se tomen acciones concretas y se involucre a las comunidades para abordar este desafío y garantizar su bienestar.  

Qué dice la OMM sobre la crisis climática

El informe anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) del año 2023 ha advertido en mayo que existe una alta probabilidad (66%) de que la temperatura media mundial anual supere los 1,5 °C. al menos en un año de los próximos cinco (2023-2027), Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su informe del 2023, existe una probabilidad del 32% de que la temperatura media de los próximos cinco años supere los 1,5 °C.

Además, es casi seguro con un 98% de probabilidades que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en conjunto, se conviertan en los más cálidos registrados hasta ahora; siendo que el IPCC ha estimado graves consecuencias de superar esa temperatura de modo permanente.

La evidencia actual de la crisis climática es preocupante y nos alerta sobre la posibilidad de alcanzar un punto crítico a partir del cual los impactos sean cada vez más graves y difíciles de controlar.

La llegada del fenómeno de El Niño este año y en los próximos años nos situará cerca de este punto. El Niño es un evento climático que se caracteriza por el calentamiento del océano Pacífico oriental ecuatorial, y su frecuencia varía entre tres y ocho años. La Oscilación Sur, también conocida como El Niño – Oscilación del Sur (ENOS), fue identificada por primera vez en el siglo XIX por el climatólogo Gilbert Walker.

En 1924, él acuñó este término para describir un fenómeno de calentamiento anómalo en la región oriental del océano Pacífico. Luego, en 1969, el meteorólogo Jacob Bjerknes sugirió que este calentamiento inusual podía perturbar los patrones de vientos alisios e incrementar las aguas cálidas hacia el este, es decir, hacia las costas intertropicales de América del Sur.

El fenómeno al que nos referimos no es simplemente un evento meteorológico tradicional que ocurre en períodos anuales irregulares. No se trata únicamente de un fenómeno natural. Aunque se intente invisibilizar o negar una y otra vez, sus causas son sociales.

En las últimas décadas, hemos presenciado un aumento significativo en la frecuencia e intensidad de la crisis climática.

Un ejemplo de esto es el reciente episodio prolongado de La Niña, que concluyó a principios del 2023. Este fue el tercer evento consecutivo de La Niña desde 1950 y cada vez ha sido más intenso y duradero.

Además, en el año 2016, El Niño ocasionó que la temperatura promedio del planeta alcanzara un récord. Los científicos están estimando que este fenómeno conocido como super-Niño podría repetirse en el futuro, lo cual podría tener consecuencias desconocidas debido a los altos niveles de gases de efecto invernadero y la situación actual de la crisis climática.

La urgencia de un cambio basado en la justicia social y climática, así como las estrategias efectivas propuestas por los movimientos populares para una transición socioecológica, son cada vez más importantes en la actualidad. Es posible desarrollar un plan de acción urgente que incluya medidas de mitigación y adaptación, impulsado por la participación activa de la población.

Para que estas alternativas sean socialmente reconocidas y se rompa con la ignorancia ecológica que pretende prevalecer, es fundamental desafiar la visión epistemológica que intenta definir estos desastres de manera repetitiva y persistente como simplemente parte de un mundo natural puro, en un campo presuntamente externo, ajeno y fuera del control social humano.

Este texto se refiere a una perspectiva que considera que la responsabilidad de las crisis actuales no recae en los grupos sociales ni en el sistema socioeconómico. En cambio, argumenta que estas crisis son percibidas como eventos imprevisibles e incognoscibles, lo cual solo deja lugar a la resignación, la alienación religiosa o la resiliencia individual. 

Los cuestionamientos a estos puntos de vista no solo se presentan en discursos, sino también en las prácticas y emociones. Se trata de responder a la catástrofe mediante la construcción o reconstrucción de lazos solidarios, colectivos, comunitarios y sociales que son fundamentales para lograr un cambio emancipatorio.

Con información de rebelion.org