Su Grupo Siva, y la miríada de subsidiarias que lo configuran, han adquirido acciones en cerca de un millón de hectáreas de tierra en el continente americano, África y Asia, sobre todo en tierras donde operan plantaciones de palma aceitera.
Pero Sivasankaran es también un acaparador de tierras y un evasor fiscal.
Como la mayoría de los principales inversionistas en agricultura, sus inversiones se han canalizado a través de una telaraña de compañías fantasmas con sede en refugios fiscales deslocalizados.
Las compañías de las cuales tiene acciones están implicadas en dudosos acuerdos agrarios y en esquemas de soborno, y parecen ser mucho mejores en canalizar generosos pagos a los bolsillos de sus directores que produciendo alimentos.
Tal vez el efecto colateral más alarmante de este tipo de inversiones es la mercantilización de la tierra y la marginación de las comunidades que dependen de ella. Doquiera que entra el Grupo Siva y gente como ellos, se aseguran la titulación de vastas parcelas de tierra por cualquier medio que sea necesario – con frecuencia sin el consentimiento informado de las comunidades afectadas.
Después utilizan estas tierras como palanca para obtener más efectivo y crédito y así realizar más negocios con tierras.
En lugar de incrementar la producción alimentaria, esta nueva ola de inversiones de hecho amenaza con expulsar a los campesinos de sus tierras y erosionar su soberanía alimentaria. Ecoportal.net
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