El Comité de los Derechos del Niño de la ONU, que supervisa la Convención sobre los Derechos del Niño, define el castigo corporal como aquel que da uso de la fuerza física para causar cualquier grado de dolor o malestar, por leve que sea. Esta definición incluye acciones como golpear a los niños con las manos o con objetos como cinturones, zapatos o palos, así como otras formas de agresión como patear, sacudir, pellizcar o morder.
Los castigos incorporan cualquier tipo de violencia
Esta definición abarca forzar a los niños a permanecer en posiciones incómodas o someterlos a quemaduras o ingestión forzada de algunas sustancias. Además del castigo físico, el Comité considera que otras formas de castigo no físico pueden ser crueles y degradantes, y por lo tanto, también incompatibles con la Convención. Estos métodos a menudo coexisten y se solapan con la violencia física, pero pueden manifestarse por sí solos.
Incluyen castigos que humillan, denigran, ridiculizan, amenazan o asustan al niño, como convertirlo en un chivo expiatorio o utilizarlo para burlas. En esencia, la postura de la ONU va más allá de la mera agresión física. El Comité condena cualquier forma de castigo que utilice la fuerza para infligir dolor, así como las sanciones que humillan, amenazan o menosprecian al niño.
La directriz es clara: cualquier castigo ya sea físico o emocional, es inaceptable
De acuerdo con un informe expuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año alrededor de 1,200 millones de niños y adolescentes en edades que comprende entre 0 y 18 años sufren castigos físicos en su casa. La OMS subraya que esta práctica causa daños significativos a la salud y al desarrollo infantil, perdurando en algunos casos hasta la adultez, aunque su prevalencia varía mucho de un país a otro.
Por ejemplo, mientras que en Kazajistán y Ucrania solo el 30% y 32% de los niños de 2 a 14 años fueron castigados físicamente el último mes según sus padres, en Togo, Sierra Leona y Serbia las cifras son mucho más altas, alcanzando el 77%, 64% y 63% respectivamente, cifras que normalizan el maltrato. Por lo que exhorta a poner fin a esta práctica y comprometerse con el desarrollo pleno de los niños en sus casas y colegios.
En los entornos escolares en África y Centroamérica la violencia fisica abarca al 70% de los estudiantes. Esta cifra contrasta notablemente con el 25% registrado en la región del Pacífico Occidental. Además, un análisis de datos de 58 países revela que el 17% de los niños que experimentaron castigos físicos el mes pasado fueron víctimas de sus formas más severas, incluyendo golpes fuertes o en áreas vulnerables como la cabeza o la cara.
Niños que sufren castigos físicos tienen un 24% menos de probabilidades de desarrollarse normalmente
Hay ciertos factores de riesgo que tienden a aumentan la probabilidad de que un niño sea sometido a castigos físicos. Por ejemplo, aquellos cuyos padres también sufrieron este tipo de violencia en su infancia, o los niños con discapacidades, son los que corren un mayor riesgo. De igual forma, los niños cuyos padres tienen problemas de salud mental, como depresión o adicción a sustancias, son más vulnerables.
Factores sociales como la pobreza, el racismo y la discriminación aumentan el riesgo de violencia física. Los castigos físicos afectan gravemente el desarrollo de los niños, alterando su cerebro y elevando las hormonas del estrés, lo que finalmente aumenta el riesgo de problemas de salud mental como depresión y ansiedad, los cuales pueden persistir en la adultez y llevar a problemas de abuso de sustancias y suicidio.
Aunque en algunos países las leyes que prohíben el castigo corporal han ayudado a reducirlo en gran manera, en otros su prevalencia sigue igual o incluso aumenta. Esto indica que las prohibiciones legales por sí solas no bastan. Para que sean efectivas, es crucial implementar otras intervenciones que aborden los factores de riesgo de la violencia infantil a nivel individual, familiar, comunitario y social.