El hambre en un mundo de la abundancia
Se producen más alimentos que en cualquier época pasada y sin embargo una de cada siete personas conoce el hambre en este mundo. … Leer Más
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¿Y si lo grande también es hermoso?, ¿Y si montar supermercados cooperativos fuese una parte de la solución?, ¿Somos capaces de identificar las … Leer Más
Acaba de publicarse la 3a edición de “El negocio de la comida. ¿Quién controla nuestra alimentación?” (Icaria editorial), un libro que desenmascara la cara oscura del actual modelo agroalimentario y pone nombres y apellidos a aquellos que deciden cómo y qué comemos. La periodista Esther Vivas, con una larga trayectoria de investigación en este campo, es la autora de esta obra necesaria. Ahora, se publica una nueva edición más completa.
La alimentación no es hoy un derecho garantizado. El creciente monopolio del sector agroalimentario supedita la necesidad de comer al lucro económico. Unas pocas empresas transnacionales controlan cada uno de los tramos de la cadena alimentaria, desde la producción en origen pasando por la transformación hasta la distribución final, consiguiendo enormes beneficios gracias a un modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado.
Qué comeremos en 2025? ¿Cómo será nuestra alimentación de aquí a diez años? ¿Quiénes, dónde y cómo producirán la comida? ¿Con qué objetivo? Alimentos, ¿derecho o negocio? He aquí la cuestión.
Ese “sí se puede” que durante meses retumbo en plazas y calles después de una imborrable Primavera Indignada del 2011 llega ahora como un terremoto a las instituciones, algo inimaginable entonces. La victoria de Barcelona en Comú en Barcelona, con Ada Colau al frente, ha hecho saltar por los aires el tablero político.
Hay quien afirma que hay que “comer sin miedo”, que nunca en la historia de la humanidad la producción de alimentos había sido tan segura. Y es innegable el alto número de controles por los que pasa la comida en la actualidad. Sin embargo, periódicamente aparecen nuevos escándalos alimentarios, emergen enfermedades vinculadas a aquello que consumimos, vemos cómo aditivos que ayer se admitían hoy están prohibidos. ¿Nos podemos permitir comer sin miedo? Opino que no.
Una nueva vuelta de tuerca se cierne sobre las políticas agroalimentarias en Europa. Se trata del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, más conocido como TTIP, sus siglas en inglés, la alargada sombra del agronegocio que se extiende del campo al plato. Como vampiros a la sangre, las multinacionales del sector esperan sacar tajada, y mucha, de estas nuevas medidas de liberalización comercial.
¿Comen lo mismo ricos y pobres? ¿Nuestros ingresos determinan nuestra despensa? Hoy, ¿quiénes son los gordos? A pesar de que a menudo, y desde determinados ámbitos, se asocia con desdén la apuesta por una comida sana y saludable a “una cosa” de “pijos”, “hippies” o “comeflores”, la realidad, como a menudo sucede, dista mucho de los comentarios cortos de miras. Defender una alimentación ecológica, local y campesina es de lo más “revolucionario”.
Nos dicen que el sistema agrícola y alimentario es el mejor de los posibles. Un modelo altamente productivo que permite dar de comer … Leer Más
Sólo cinco cadenas de supermercados (Carrefour, Mercadona, Eroski, Alcampo y El Corte Inglés) acaparan el 55% de los alimentos que compran los españoles y, si sumamos a las dos principales centrales de compra mayoristas, esa cifra alcanza el 75%. Una dinámica parecida se aprecia en Europa: el caso extremo es Suecia, donde tres cadenas de supermercados controlan el 95% de la cuota de mercado. Frente a esta realidad, el comercio local tradicional lucha apenas por sobrevivir: en 1998 había 95.000 tiendas en España; en 2004, apenas 25.000.
La agricultura ha dejado de ser desde hace años una actividad económica central. Ante un modelo agrario diseñado por y para el agronegocio, cada vez más campesinos se han visto obligados a cerrar sus explotaciones y abandonar el sector. Sin embargo nuestras necesidades alimentarias siguen allí. Sin campesinado, ¿quién nos dará de comer?
La agricultura ecológica ha despertado en los últimos tiempos las más variadas "iras", siendo objeto de todo tipo de calumnias. Su éxito y múltiples apoyos han sido proporcionales a las críticas recibidas. Sin embargo, ¿quién tiene miedo de la agricultura ecológica? ¿Por qué tanto esfuerzo en desautorizarla?
De pequeña ayudaba a mis padres en el puesto que tenían de huevos en el Mercado Central de Sabadell. Iba después del colegio o los sábados. En los alrededores del mercado, siempre había aquellas campesinas con sus improvisados puestos, y esas grandes cestas con verdura y fruta fresca. Una imagen que se repetía en innumerables mercados. Han pasado los años, y éstas siguen allí. Sin embargo cuándo miramos al mundo rural, las campesinas son las invisibles de la tierra. ¿Cuántas han trabajado toda su vida en el campo y no constan en ningún lugar? ¿Qué es de las campesinas? ¿Dónde están? ¿Qué futuro les espera?
Vivimos obsesionados por comer bien y nunca antes habíamos comido tan mal.
Los estantes de los supermercados están repletos de patatas fritas, bebidas azucaradas, chocolates, congelados, conservas, bollería. Nos venden una gran variedad de comida desnaturalizada, procesada, con un "max mix" de aditivos varios, que tiene un impacto negativo en nuestra salud. Sin embargo, los mismos que con una mano comercializan dichos productos con la otra nos ofrecen alimentos funcionales, "milagrosos", para combatir precisamente los efectos perniciosos de este tipo de alimentación "moderna". El negocio está servido.
Comemos petróleo, aunque no lo parezca. El actual modelo de producción, distribución y consumo de alimentos es adicto al "oro negro". Sin petróleo, no podríamos comer como lo hacemos. Sin embargo, ante un escenario donde cada vez va a ser más difícil extraer petróleo y éste resultará más caro, ¿cómo vamos a alimentarnos?