Los acaparamientos de tierra expanden la frontera de la agricultura industrial
En una nueva base de datos, GRAIN documenta casi 500 casos de acaparamiento de tierras por todo el mundo.
En una nueva base de datos, GRAIN documenta casi 500 casos de acaparamiento de tierras por todo el mundo.
Las compañías de fertilizantes están entre los peores villanos climáticos del mundo y sus productos podrían ser responsables de hasta un 10 por ciento de la emisión global de gases con efecto de invernadero, sin mencionar el daño causado a los cursos de agua, los suelos y la capa de ozono.
Hay tres teorías sobre el campesinado, que guían las formas de ver el campo y, por lo tanto, de pensar y gestionar las políticas públicas sean de apoyo, sean de bloqueo a ciertas formas de hacer agricultura. En breves palabras estas tesis pueden ser descritas de la siguiente manera:
Es imprescindible reconocerle a los campesinos y a las comunidades indígenas el control sobre sus territorios. Sólo así podremos enfrentar la crisis climática y alimentar a la creciente población mundial.
Según la organización internacional Grain, en Argentina en veinte años desapareció un tercio de las chacras más pequeñas. En el mundo, el 90 por ciento de los agricultores es campesino e indígena, pero tiene sólo el 25 por ciento de la tierra.
Ya en el año 2005 decíamos “Observadas hoy en día, todas las leyes de semillas refieren a la represión. Tratan acerca de lo que los agricultores no pueden hacer. Dictan qué tipo de semillas no pueden venderse, no pueden intercambiarse y en algunos casos incluso no pueden usarse. ¡Todo en nombre de la regulación comercial y la protección de los productores agrícolas! Si algo ha cambiado desde entonces, es que las estrategias de privatización se han multiplicado y se han hecho más extremas y ambiciosas.
Los impactos del “modelo” no reconocen fronteras entre el campo y la ciudad y se sienten profundamente en ambos espacios: las poblaciones fumigadas en los territorios rurales y en las zonas periféricas de las ciudades, las y los campesinas/os desplazadas que día a día migran para engrosar los cordones de pobreza de las grandes urbes, las economías regionales destrozadas con su correlato de los altos precios de los alimentos en las ciudades, los alimentos contaminados enfermando a unos y a otros. En fin, una catástrofe socio-ambiental que hace agua por todas partes y que ya no permite “mirar para otro lado”.
La esclavitud no se regula. Se declara ilegal. De la misma manera, cualquier enfoque serio para luchar contra el hambre y la pobreza requiere garantizarle a los pueblos el control sobre sus tierras y territorios, no directrices y reglas sobre qué puedan hacer las corporaciones y los inversionistas extranjeros para trabajar para sí mismos. Lo que necesitamos no es inversión responsable en tierras agrícolas, sino restitución.
La leche es crucial para el sustento y la salud de la gente. La cadena láctea popular, independiente, es abastecida por vendedores en pequeño que colectan leche de campesinos, dueños de unos cuantos animales lecheros. Tales sistemas de “leche popular” están en competencia directa con las ambiciones de las grandes compañías de lácteos, como Nestlé y otras, que quieren apoderarse de toda la cadena lechera — de los establos a los mercados.
El sistema agroalimentario mundial es una de las causas importantes del calentamiento global. Un nuevo sistema alimentario podría ser un promotor clave de soluciones al cambio climático. Si se toman medidas para reestructurar la agricultura y el sistema alimentario mundial en torno a la soberanía alimentaria, a la agricultura en pequeña escala, a la agroecología y los mercados locales, podríamos cortar a la mitad las emisiones globales de gases con efecto de invernadero en unas cuantas décadas.
GRAIN publica un nuevo documento de análisis que examina el modo en que lo que se ha llamado “sanidad alimentaria” o “inocuidad de los alimentos” se está utilizando como instrumento para incrementar el control corporativo sobre la alimentación y la agricultura. En el documento se también se discute lo que la gente puede hacer y ya está haciendo, al respecto. Presentamos a continuación un resumen de lo que contiene.
Gran parte del informe del BM sobre el acaparamiento de tierras a nivel mundial es puro humo y espejos al hablar del potencial para la producción agrícola, y no de “una fiebre global por tierras” como se le llamaba previamente. Cualquiera puede ver que el informe es más significativo por lo que no dice que por lo que sí muestra. Si el Banco Mundial hubiera querido arrojar luz sobre esta nueva tendencia de inversiones por lo menos habría descorrido la cortina para que pudiéramos ver a los inversionistas. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué es lo que buscan? ¿Qué tanto de los flujos de inversión son privados y qué tanto son públicos? Sin este tipo de información, no podemos emprender muchos análisis. Otro asunto del que el informe calla es el profundo involucramiento del Banco Mundial en estos tratos comerciales.
La llamada ley de Bioseguridad en México es parte de un conjunto más amplio de leyes que hoy día está aprobando el Estado mexicano, y muchos Estados de países en desarrollo a nivel mundial. ¿Por qué esta fiebre legislativa que hoy en día nos ataca a nivel mundial y en forma simultánea? Es una verdadera epidemia y si uno mira cómo actúan y las normas y restricciones que están imponiendo, surge un objetivo central sumamente claro: acabar con la producción independiente de alimentos. Eso tiene una razón muy obvia: hoy en día la producción de alimentos sigue estando mayoritariamente en manos de campesinos y pueblos indígenas. Ese mercado potencial no está en manos del capital y hoy el objetivo del capital es primero, forzarnos a comprar los alimentos y luego, por supuesto, controlar ese mercado de alimentos cuando todos estemos forzados a comprarlos.
La historia de América Latina es una historia de conflictos agrarios, en defensa de los territorios ancestrales de los pueblos. Pero hoy, los acaparamientos de tierras traen tras de sí un aura de “neutralidad”. Son debidos, nos explican en los folletos gubernamentales, a la inseguridad alimentaria, a la crisis mundial de alimentos “que nos obliga a cultivar, donde podamos, nuestros propios alimentos y aunque disloquemos la producción, traeremos los alimentos al país para beneficio de nuestra ciudadanía”.
Los suelos contienen también enormes cantidades de carbono, sobre todo en la forma de materia orgánica. A escala mundial, los suelos retienen más del doble del carbono contenido en la vegetación terrestre. El surgimiento de la agricultura industrial en el siglo pasado, por su dependencia de los fertilizantes químicos, ha provocado un desprecio generalizado por la fertilidad natural del suelo y una pérdida masiva de la materia orgánica presente en éste. Mucha de la materia orgánica que se pierde termina en la atmósfera, en forma de dióxido de carbono – el más importante gas con efecto de invernadero.
La crisis climática implica que necesitamos cambios ¡ya! La organización de la sociedad en torno a la obtención de ganancias ha demostrado ser un sistema corrupto y necesitamos construir sistemas alternativos de producción y consumo, que se organicen de acuerdo a las necesidades de los pueblos y la vida en el planeta. La transformación de este sistema alimentario no ocurrirá mientras el poder de éste siga en manos de las corporaciones. Las fuerzas del cambio están en nuestras manos, en nuestras comunidades, que se organizan para recuperar el control sobre nuestros sistemas alimentarios y nuestros territorios.