Redes intoxicadas

Un grupo de adolescentes golpea a otros jóvenes en lugares públicos de forma aleatoria, por pura diversión. Ocurre en México pero se conoce en el mundo entero por las redes sociales y algunos medios de comunicación, que multiplican los videos que difundieron las autoridades de seguridad para identificar a Los Centinelas, que graban sus propios golpes, empujones, insultos y otras formas de humillar a jóvenes en inferioridad numérica o que van con sus novias.

La muerte de la privacidad que nunca tuvimos

Los patrones no respetan “privacidades”. No se trata de una “novedad” de ocasión ni de un “descubrimiento” de temporada… el espionaje es manía añeja que se cultiva desde que existe la dominación de una clase sobre otras. En sociedades divididas en clases no hay poder que sobreviva si no puede saber qué piensa, qué hace o qué planean sus esclavos. En la Historia que conocemos, hasta hoy, no ha habido “poder” que subsistiera sin el uso extorsivo y represivo de toda información sobre quiénes son sus sepultureros y en qué fechas planean sus exequias. Esa información es vital y, por eso, se hace lo indecible para conseguirla, atesorarla y usarla como arma de guerra económica, ideológica y política. No hay miramientos ni con los “secretos bancarios”. No es lo mismo espiar que expiar.

La Información es Revolución

Desde el siglo XIX, todas las legislaciones garantizan la inviolabilidad de la correspondencia. En la actualidad, gobiernos y empresas no sólo se atribuyen el derecho de conocer el contenido de los mensajes que cursan o interceptan: también el de utilizar, publicar y registrar los datos obtenidos. Facebook y otras redes sociales pretenden tener la propiedad intelectual de cuanto circula por ellas. Es como si los transportistas se declararan dueñas de toda la mercancía que mueven. En su carrera por confiscar los medios de producción, el capitalismo confisca la información.