Una de las primeras dudas que nos vino a la cabeza cuando empezamos a vivir sin plástico fue cómo sustituir los productos de limpieza, que casi siempre vienen envasados en botellas de plástico. Aunque al principio parezca un mundo, casi todo se puede reemplazar con facilidad.
Alternativas a las esponjas (estropajos)
Los estropajos convencionales, además de ser de plástico y venir envasados en plástico, con el uso van desprendiendo microfibras que se cuelan por el desagüe del fregadero, pasan los sistemas de filtración de aguas y acaban en el mar. Al igual que las micropartículas, van absorbiendo tóxicos y pueden llegar a ser muy contaminantes. Una vez en el mar, los peces las confunden con comida o se le meten por las branquias. Cuando tengas el estropajo desgastado, piensa que todo lo verde que le falta, es muy probable que se haya ido por el desagüe. Por desgracia el plástico está en muchos más productos de los que te imaginas.
Hay algunos estropajos que llaman ecológicos que son esponjas de celulosa vegetal y la parte abrasiva suele ser de plásticos PET reciclados. Lo de siempre, está muy bien reciclar, pero estos estropajos no evitan que las microfibras acaben en los ríos y mares, así que nosotros no los consideramos una buena alternativa.
Existen unos cepillos de madera para sustituirlos (que son de fibras naturales y compostables). Pero son un poco ortopédicos y son más útiles para platos y bandejas, para los cubiertos no funcionan nada bien. Mejor resultado lo dan esponjas vegetales: luffa. La luffa es el fruto de plantas de la familia Cucurbitaceae (como el calabacín) así que son 100% vegetales y biodegradables. Lo único malo es que muchas veces las venden envueltas en plástico pero también las hay en cajitas de cartón. Después de cada uso hay que enjuagarlas y dejarlas secar bien para que no acumulen bacterias. Lo bueno es que puedes cultivar tu propia planta y tener siempre disponible estas esponjas.
Otra alternativa, son los estropajos de esparto de toda la vida, que limpian muy bien, lo único malo que pueden rayar las superficies delicadas.
Alternativa al lavavajillas
Pueden comprarse pastillas grandes de jabón casero ya hechas y frotar el cepillo sobre la pastilla o hacerla jabón líquido que luego se utiliza como el friegaplatos convencional.
Para hacer el jabón líquido el primer paso es rallar la pastilla de jabón. Las medidas no son exactas porque dependen de la receta con la que se haya hecho el jabón y de lo concentrado que esté. Pero más o menos es una parte de jabón rallado por 3 de agua.
Para empezar ponemos el jabón al baño maría con un poquito de agua caliente. Cuando se haya disuelto por completo, volvemos a echar agua caliente y vamos removiendo. Con esto hay que tener un poco de paciencia porque se tarda un poquito. Simplemente hay que esperar a que sea una mezcla homogénea antes de seguir añadiendo agua. Ten en cuenta que tiene que estar mucho más líquido que lo que quedará al final, porque al enfriarse espesará mucho.
Cuando acabemos, hay que dejarlo reposar unas horas con un trapito cubriendo el recipiente. Si cuando se enfríe vemos que ha quedado demasiado espeso, podemos volver a calentarlo y echarle un poquito más de agua.
Al final, podemos añadirle aceites esenciales para ayudar a combatir las bacterias y darle buen olor. Yo en concreto le añado unas gotitas de aceite de árbol de té y de limón.
También hay que tener en cuenta que no hace tanta espuma como los lavavajillas comerciales, así que tampoco te pongas a echar jabón como si no hubiera mañana porque, aunque no tenga tanta espuma, limpia igual de bien (y además, no se te resecan las manos).
Y ya simplemente lo echas al recipiente que vayas a utilizar como dispensador.
También hay otras recetas de jabones líquidos como la que encontrarás aquí a base de naranja.
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