Gaia

Por Juan Teruel

Los griegos llamaban así a la diosa del planeta. La adaptación de la Mitología a los usos romanos nos hizo llegar el nombre de Gea, que ya reconocemos en la etimología de algunas palabras. A pesar de ello, la palabra Gaia sigue apareciendo en algunos círculos ecologistas.

Los griegos llamaban así a la diosa del planeta. La adaptación de la Mitología a los usos romanos nos hizo llegar el nombre de Gea, que ya reconocemos en la etimología de algunas palabras. A pesar de ello, la palabra Gaia sigue apareciendo en algunos círculos ecologistas. Pero, además, hubo un inglés, James Lovelock -curioso apellido que habla de amor y de cerrar- que estableció una teoría según la cual nuestro planeta es un ser vivo. Esto no está tan lejano a lo que a mí me contaban en mis primeros años de Universidad en una ciencia tan poco fantasiosa como la Geografía.

Y no caigan Uds. en el error de atribuirme conocimientos eruditos sobre la materia, porque lo que acaban de leer puede localizarse fácilmente en Internet. El asunto es que, a medida que me hago mayor – y éste es un proceso que se acelera increíblemente en cuanto uno ha terminado de pagar la hipoteca del piso – me siento especialmente sensibilizado por los males de nuestro viejo planeta Tierra.
Y fue justamente el miércoles, mientras en Sevilla andábamos mirando al cielo y rezando para que no descargaran las nubes que pudieran estropearnos la feria, cuando se publicaba en IDEAL una amplia información en torno a los exhaustos acuíferos del Almanzora.

El reportaje era de los que ponía el corazón en un puño a cualquiera que tuviera un poco de sensibilidad. Y contenía tantos y tan contrastados datos sobre las tristes perspectivas de una tierra que yo conocí como vergel que me vino inmediatamente la imagen de esa Gaia a la que estamos rematando entre todos. Y lo peor es que, lejos de parecerse a un mensaje catastrofista, esas líneas aparecían respaldadas por la autoridad de largos y profundos estudios en los que han participado, entre otros, la Universidad de San Petesburgo y la Academia de Ciencias de la Federación Rusa. La aplicación de técnicas tan sofisticadas como la resonancia magnética, aparte de garantizar el máximo rigor en los datos, ha aportado información sobre aspectos tan concretos como la edad de los acuíferos. Y, por si fuera poco lo ya comentado, resulta que, por ejemplo, el acuífero de La Calderona

contiene dos veces y media más agua que el pantano de Cuevas. Y de mejor calidad. Es decir: que nuestra vieja Gaia supera en sabiduría a los humanos. Porque es que el abuso del que se ha hecho objeto a estos depósitos naturales de agua ha provocado que, a causa de su elevada mineralización, no se pueda ni regar con ella.

Esto nos lleva inevitablemente a considerar una vez más aquello de que no somos los propietarios de la Tierra, sino inquilinos con la obligación de conservar sus riquezas para las generaciones que han de sucedernos. Y, según se desprende del estudio, hemos metido la mano en la caja más de lo prudente. Y, como conozco a la gente de aquella zona, sé que no lo han hecho con el afán de enriquecerse, sino por pura necesidad de sobrevivir. Por eso, me aterra lo que pueda llegar a descubrirse de aquellos otros desaprensivos que, por mor de la especulación, están asesinando cada día un poco más a la que fue, antes que morada de los hombres, la bella diosa Gaia.

* Publicado en Ideal de Almería -, en el espacio “Puerta Purchena” www.ideal.es/almeria, el sábado 03-05-03