Flores en el Desierto: Mujeres del Concejo Indígena de Gobierno

Ellas son como cualquiera de nosotras. Y no. Han vivido el racismo en su escala más infame. Les han negado historia, lengua y vestimenta, al tiempo que les arrebatan territorios, centros sagrados, ceremonias y recursos naturales.

Empresas y gobiernos quieren sus aguas, sus montañas y sus vientos. Y ellas, hijas y nietas de mujeres guerreras, se atreven a vaticinar otro mañana para su pueblo y para el país entero, pues no hay día en que no pongan alma y cuerpo para defender lo que es de todos.

No son víctimas. Ni de poderes ni de costumbres. Pero sí están agraviadas. Desafían los destinos impuestos y han roto con tradiciones locales y globales para construir su propia historia. Son lo que son y lo que de ellas ha hecho la vida, dice Lupita, a quien los paramilitares le asesinaron a nueve familiares. A Rocío, Magda, Sara y Bettina, el gobierno las detuvo y encarceló por el delito de luchar y no dejarse, mientras que Gabriela enfrenta a la delincuencia marina, Myrna y Osbelia a la maquinaria que devora sus territorios, y Lucero a quienes les arrebatan sus plantas medicinales. Marichuy, sanadora y defensora, es su vocera y, junto a ellas y otras más, pone la vida para construir un mundo más bueno, uno donde, como dicen los zapatistas, quepan muchos mundos, y donde el que mande, mande obedeciendo.

Su corazón es comca’ac, yoreme, coca, binnizá, nahua, tsotsil, mazahua, maya y kumiai, aunque no todas guarden la lengua. Padres y abuelos aprendieron a no enseñar, como dice Myrna, para evitarles maltratos en escuelas y ciudades. A Magda, el levantamiento zapatista la hizo recuperar sus trenzas, su enagua y sus palabras. A Rocío la hizo saberse indígena, en un pueblo que el gobierno dice que no lo es.

Todas son integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), estructura creada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) para visibilizar sus luchas y llamar a la organización de los pueblos, indígenas y no, en una iniciativa respaldada por el EZLN que se inscribe en el proceso electoral del 2018, pero que no compite en ese esquema. La toma del poder no es lo suyo. Van por más. Van por todo. Es su tiempo.

El CIG está conformado por más de 200 indígenas de todo México, mitad hombres y mitad mujeres. Son producto de la decisión colectiva del V Congreso Nacional Indígena anunciada en diciembre de 2016. Detener la destrucción y fortalecer resistencias y rebeldías es su horizonte, la autonomía su aportación.

Este trabajo presenta sólo diez historias en distintos formatos. Son ellas, sus pueblos y sus luchas en representación de muchas más, incluidas las no indígenas.

Flores contra el mal en tierra que se piensa infértil. Si su voz es nuestra voz, también nuestro es su destino.

– Rocío

Tenía siete años cuando fue a la cabecera municipal de Poncitlán, Jalisco, y se sentó a comer unos tacos en un puesto callejero. Su tío la regañó y ella no entendió. Más tarde su mamá le explicó que su tío la estaba protegiendo, pues no quería que le dijeran nada y la lastimaran. Ella siguió sin entender. ¿Por qué le iban a decir algo sólo por sentarse en un puesto callejero? Sucede que los indígenas de Mezcala ni a eso tenían derecho. “No había una ley, nada, pero ya estaba en la cabeza de nosotros, nos habíamos apropiado de la idea de que ése no era nuestro lugar. Y mi tío tenía miedo de que me maltrataran”.

– Gabriela

El atajo a Desemboque de los Seris es un enorme jardín repleto de saguaro, cinita y pitaya, que los jóvenes comca’ac decidieron esconder para mantenerlo vivo. Por aquí no pasa nadie que no sea de la comunidad o invitado por ella. Gabriela Molina va al volante. Está desvelada porque el día anterior a nuestro encuentro enfrentó, junto a sus compañeros de la Guardia Tradicional, a un grupo de delincuentes que robaban el fruto de la pesca. En lancha y armados los persiguieron durante la madrugada, lograron detenerlos y los entregaron al Ministerio Público. La estampa retrata a esta Concejala de cuerpo entero. Lo mismo porta un chaleco negro y enfunda un arma como parte de la Guardia, que viste una larga y colorida enagua adornada con grecas hechas con listones, parte del traje tradicional de la nación comca’ac.

– Guadalupe

Lupita pegó su pequeño cuerpo de diez años al de su madre y desde esa posición escuchó el impacto de la bala que la asesinó. Ese mismo día perdió también a su padre, a cinco de sus diez hermanos, a su abuelita y a su tío. Nueve familiares en total cayeron en la masacre de Acteal, perpetrada por grupos paramilitares acusados por organismos de derechos humanos de ser auspiciados desde el Estado. Veinte años después, con sus 30 años a cuestas, es la primera mujer tsotsil en recibir un bastón de mando de Las Abejas, organización de origen católico con un cuarto de siglo de historia en el suroriental estado de Chiapas.

– Osbelia

Osbelia Quiroz González, con sus 80 años, es la mayor del Concejo Indígena de Gobierno. Su fortaleza cansa al más ágil. Sorprende subiendo y bajando cerros, poniendo el cuerpo frente a la maquinaria que los despoja de su territorio o dejando el pase libre en la caseta de cobro para difundir sus demandas. “La gacela” le decían a la maestra Osbelia cuando de joven competía en las carreras de atletismo. Se entiende.

– Bettina

En esta región en la que las transnacionales se roban el viento para venderlo, Bettina Lucila Cruz Velázquez camina erguida enfundada en su huipil de flores de colores y nagua vaporosa. Enormes planicies con miles de aerogeneradores rodean Juchitán de Zaragoza, uno de los 570 municipios en los que se encuentra dividido el estado de Oaxaca. Aquí creció, se formó, se casó y sigue luchando la integrante del Concejo Indígena de Gobierno.

– Sara

Sara tardó mucho en olvidar los ruidos de la cárcel, los golpes de la puerta y los madrazos que la hacían brincar del susto durante los once meses que estuvo encerrada por su lucha contra las altas tarifas de la energía eléctrica. La primera vez que escuchó cerrarse la reja de la prisión, sintió “coraje, rabia, impotencia” de saberse ahí injustamente. Salió libre gracias a la presión nacional e internacional y de inmediato se reincorporó a la lucha, ya no sólo contra las tarifas injustas, sino también por la defensa del territorio maya. Hoy, además, es integrante del Concejo Indígena de Gobierno por Campeche.

– Myrna

Enormes planicies sembradas con trigo y canola invaden el territorio yoreme. Los campos son trabajados por cientos de jornaleros que labran para los nuevos dueños la tierra que hasta hace poco les pertenecía. Vendieron o rentan su fuente de alimento y de cultura, con engaños o a sabiendas, pero siempre en condiciones desiguales. Hoy son peones en sus propias tierras. En el camino también se observan sauces, sabinos y álamos mexicanos que sobreviven a la agroindustria. Es el sureste de Sonora, donde hace décadas el pueblo yoreme hizo fértil esta tierra hoy desértica.

– Lucero

Gigantescas piedras de todas las formas posibles se distribuyen en la vereda serpenteante por la que se llega a Juntas de Nejí, una de las seis comunidades kumiai ubicadas en la esquina noroeste del estado de Baja California. Por este vasto territorio, Lucero Alicia Islaba Meza, integrante del Concejo Indígena de Gobierno, jugaba de niña a ser un caballo y cabalgando cruzaba el territorio sagrado y desértico del municipio de Tecate.

– Magda

Tuvo que haber un levantamiento en Chiapas para que Magdalena volviera a hablar su lengua y regresara a portar su vestimenta. Cuenta que antes, por la discriminación alentada por personajes como La India María, se forzó a hablar español, a rizarse el pelo y hasta a usar zapatos de tacón, aunque, dice, “lo que traía dentro nadie me lo podía arrancar”.

– Marichuy

El 29 de mayo de 2017 le cambió la vida a María de Jesús Patricio Martínez, quizás como en ningún otro momento de sus 54 años. Su nombramiento como vocera del recién constituido Concejo Indígena de Gobierno la llevaría a recorrer en los meses siguientes los rincones más olvidados del México profundo. Despojos, amenazas, represiones y un sinfín de dolores y resistencias ha encontrado en su camino. No hay hierba medicinal que cure tanto desprecio y ella, sanadora, apela en cada pueblo a la organización como único remedio.

Gloria Muñoz Ramírez / Desinformémonos

Ecoportal.net

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