La carne roja es mala para la salud y también para el medio ambiente. Eso lo hemos sabido. Pero aquí hay algo que puede sorprender: reducir el consumo de dulces y pasteles puede ser igualmente importante.
Los investigadores que revisaron 20 estudios sobre los impactos ambientales del consumo de alimentos en Australia encontraron que el país emite más de 500 toneladas métricas de dióxido de carbono al año. De esa suma, las fuentes de emisión relacionadas con los alimentos representan más del 14%.
En promedio, los australianos producen casi 20 kg de dióxido de carbono al día a través de sus dietas, por no hablar de la contaminación que la producción de alimentos puede causar en el medio ambiente, según los científicos.
De los denominados alimentos básicos, la carne, los cereales y los productos lácteos contribuyen con la mayor parte de las emisiones relacionadas con los alimentos del país, mientras que las frutas y verduras son dos de los que menos contribuyen, lo que no es sorprendente.
Dulces, pasteles y bebidas azucaradas
Sin embargo, resulta que la producción de alimentos “no esenciales” como bebidas azucaradas, alcohol, confitería y carnes procesadas también genera entre el 27% y el 33% de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con los alimentos.
“Si bien el porcentaje es menor que las emisiones de alimentos básicos, el hecho de que los australianos consuman grandes cantidades de alimentos evitables ricos en energía y pobres en nutrientes no ayuda al medio ambiente”, señalan los científicos.
Aunque estos alimentos “discrecionales” dañan el medio ambiente, también dañan la salud de las personas. El consumo regular de bebidas endulzadas con azúcar, alimentos altamente procesados, dulces y pasteles se ha relacionado con afecciones crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2 y la enfermedad coronaria.
“Los alimentos discrecionales tienen una mayor superficie de cultivo, escasez de agua y huella ecológica. La carne también emite gases de efecto invernadero, aunque su huella de escasez de agua es menor en comparación con los productos lácteos, cereales, cereales, frutas y verduras”, explica Sara Forbes, dietista de la Universidad de Australia del Sur que dirigió el estudio .
“Es hora de que reconozcamos mejor los impactos ambientales del tipo y la cantidad de alimentos que comemos, considerando el planeta y nuestra salud”, agrega Forbes.
“Para 2050, se proyecta que la población mundial llegará a los 10 mil millones de personas. No hay forma de que podamos alimentar a esa cantidad de personas a menos que cambiemos la forma en que comemos y producimos alimentos”.
Por Daniel T. Cross. Artículo en inglés