Caña con ruda para festejar el Día de la Pachamama
¿Por qué se toma caña con ruda? El origen de esta tradición es el temor que el pueblo guaraní sentía ante las lluvias … Leer Más
¿Por qué se toma caña con ruda? El origen de esta tradición es el temor que el pueblo guaraní sentía ante las lluvias … Leer Más
La Pachamama es la creencia mitológica más popular de la tradición incaica, es la deidad de la agricultura comunal, fundamento de la civilización y el Estado Andino, y aún sobrevive con fuerza en muchas comunidades de América Latina.
La Pachamama es la diosa suprema honrada por los pueblos aborígenes que habitan el Noroeste Argentino, Bolivia y Perú. Se celebra el 1° de agosto aunque sus fiestas se extienden durante todo el mes, que está consagrado enteramente a Ella.
La tradición se remonta al parecer a los indios guaraníes, que ya habrían reconocido las capacidades medicinales de la ruda macho, utilizada internamente con éxito contra los parásitos y determinados malestares gastrointestinales y externamente para calmar el ardor y la irritación de picaduras de bichos y alimañas. La ruda, por otro lado, según la creencia popular, es una planta que no debería faltar en ninguna casa, pues se la concibe como un verdadero conjuro contra las malas ondas, la envidia ajena y la mala suerte.
Las comunidades indígenas de Corinto continúan cumpliendo con el mandato ancestral de la liberación de la Madre Tierra, por eso convocaron a todo el pueblo del norte del Cauca a participar en la minga de siembra que se realizó los días 24 y 25 de marzo de 2015, en las haciendas que ocupan pacíficamente.
Las multinacionales Monsanto, Bayer, Syngenta y Dow son algunas de las empresas que tienen injerencia en la aprobación de los transgénicos que esas mismas empresas impulsan.
La tarea del corte de la caña es en sí enormemente penosa y físicamente desgastante. Cada mañana los trabajadores se lanzan sobre el surco de caña con el machete en la mano sabiendo que centenares de metros más adelante, después de haber cortado 10 o 12 toneladas de caña, apenas habrán ganado lo mínimamente necesario para comprar algunos alimentos y, en el caso de los trabajadores migrantes, para ocasionalmente enviar algo a sus familias que quedaron lejos. Ellos saben en carne propia que la tierra libera cuando es sustento familiar, pero encadena y mata cuando es simple engranaje de una producción industrial.
Brasil es mundialmente considerado un caso ejemplar y “camino hacia delante” cuando se habla del éxito de los agrocombustibles. Lástima que los gobiernos que afirman eso para promover en sus países el modelo brasileño insistan en desconocer el alto costo social y ambiental del modelo de etanol de caña. Los movimientos y organizaciones sociales de Brasil se oponen a la idea de que se clasifique como “limpia” la energía generada por la caña, pues sus impactos sociales y ambientales son cada vez más devastadores.
Una de las tendencias más destructivas de la agricultura en los últimos veinte años es la expansión de las plantaciones de soja [o soya] en el cono sur de América Latina. Agresivamente, las empresas que estuvieron a la cabeza de ese “auge” se mueven ahora a la caña de azúcar, y fijan la mira en grandes extensiones de tierra en los países del sur, donde el azúcar puede producirse muy barato. De no oponerle resistencia, es probable que haya que enfrentar a graves impactos: la producción local de alimentos será menospreciada, habrá expulsión mano de obra y desplazamiento de comunidades o quedarán expuestos a crecientes niveles de plaguicidas.
La labor físicamente extenuante de cortar caña, con frecuencia lleva a lesiones debilitantes de la espina dorsal; mientras que la práctica de quemar los cañaverales para facilitar el corte manual puede causar enfermedades respiratorias severas. Al tiempo que la competencia en la industria se incrementa, los trabajadores compiten por cortar a mayor velocidad con el fin de asegurar un lugar en la próxima cosecha, llevando a algunos a trabajar hasta el colapso e incluso hasta la muerte.