Por Alfonso Basco
Supongo que a la mayoría nos gusta, al menos de vez en cuando, debatir y comentar qué ocurre en este planeta. En diferentes conversaciones sobre cómo cambiar la situación del mundo escuché infinidad de posibles soluciones a la pobreza. Pero sobre todo escuché de quién es "la culpa": de los otros. Quizá podría incluirme entre quien piensa que el fin de la pobreza está en una decisión política. Aunque ese planteamiento realmente no es ni tan simple ni tan ajeno a mí como yo quisiera.
Definitivamente la solución no estaría en manos de las ONG. No tienen los recursos ni el poder como para hacer realidad el título de este artículo. Ni pueden ni deben abarcar tanto. ¿Cómo podemos delegar un problema de tal magnitud a unas pocas organizaciones que en muchos casos (y a pesar de estereotipos) apenas pueden pagar la luz de sus oficinas?
Continuando con la relación entre política y pobreza creo firmemente que acabar con el hambre y otras tantas injusticias, es posible y corresponde a una decisión política. De igual manera no pienso que a partir de esa conclusión acabe mi responsabilidad. Ni mucho menos. Quizá pueda explicar mejor esta reflexión con un ejemplo: supongamos que está en nuestras manos retirar de su cargo ahora mismo a toda la clase política dirigente. La de todo el mundo. Ya que, como es evidente, no tienen interés real en acabar con la pobreza (ni muchos otros problemas). Lo hacemos a partir de mañana: relegamos a todos los políticos que tienen la responsabilidad de acabar con el hambre y no lo hacen. ¿Qué cambiaría? En el fondo no cambiaría nada.
Debemos ir más allá. Esta clase política sería sustituida rápidamente por otra con la misma codicia, corrupción y actitud pasiva frente a la pobreza o cualquier injusticia.
¿Cuál es el problema entonces? Una sociedad carente de sentido "de sociedad" en la que impera "lo mío". Y la sociedad está formada por personas como tú y yo, que tenemos nuestra parte de responsabilidad. Mayor o menor pero la tenemos. Hasta que la sociedad no cambie… no cambiarán los poderes a los que estamos sometidos y no tendremos las soluciones que pedimos a una clase política totalmente ajena a la realidad que les rodea. Porque ésta, es un reflejo de las personas que forman nuestra sociedad. Mientras a ese gran conjunto de personas lo que más le preocupe sea la seguridad o economía individulal, no colectiva, la política y el poder seguirán en la misma dirección. Y seguirá siendo tan fácil como es ahora controlar a una sociedad a través del miedo a que la economía o la seguridad empeore. Ya que eso continúa siendo nuestra prioridad. El cambio comienza en la sociedad que da paso a un cambio político, no al revés. Mirar al pasado con sentimiento de culpabilidad y cargarla a nuestras espaldas no mejora nada. Miremos al futuro con perspectiva de acción y participación.
Por suerte cada vez más personas comienzan a dar respuesta a la pregunta “¿Qué puedo hacer yo?” a la hora de tratar de abordar la solución a grandes problemas de la humanidad. Debemos concienciarnos de que un mundo más justo es algo en lo que todas las personas pueden y deben participar. Es decir, tomando protagonismo para solucionar los problemas colectivos, no sólo los individuales. Sin dejar esa labor a “quien corresponda” como por ejemplo las ONG, los organismos internacionales o nuestra corrupta clase política. A partir de ahí sí lo tengo claro: el fin de la pobreza es posible y es una decisión política. Pero asumamos nuestra responsabilidad. Contribuyamos entre todos a una sociedad mejor de la que parta una clase política diferente y dé lugar a que el título de este artículo se convierta en una realidad.
Nadie dijo que fuera fácil, ni inmediato. Pero sí posible.Ecoportal.net
Cultura de Solidaridad