Con un planeta cada vez más superpoblado, será necesario encontrar estrategias para alimentar de manera más sostenible a las personas que lo habitan. Para ello será necesario disminuir el consumo de carnes, comprar productos de proximidad, evitar los alimentos envasados y reducir el desperdicio de alimentos.
En marzo de este año, el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, el indicador de la organización internacional para el cálculo del precio de venta de los alimentos en todo el mundo, registró un máximo histórico.
Ese aumento de precios fue causado por el conflicto de Ucrania y agravado por la crisis energética, poniendo en alerta a todo el planeta por la disponibilidad de alimento y la sostenibilidad de todo el sistema alimentario.
Ante este escenario mundial, urge encontrar alimentos más baratos, pero sobre todo menos contaminantes, ya que el sector alimenticio es responsable del 30% del total de emisiones de gases de efecto invernadero.
Más allá de producir más con menos, es necesaria una alimentación sostenible
Se calcula que en 2050 la población mundial alcanzará los 10 mil millones de personas y para alimentarlas no alcanzará con producir alimentos en cantidad y baratos. “La calidad y la diversidad serán la piedra angular que permitirá vincular la productividad y la sostenibilidad y atajar las necesidades de la población” según el informe de la FAO sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
A nivel global, son varias las instituciones que invierten esfuerzos en mejorar la productividad de los alimentos, apoyar a los agricultores de pequeña escala y fomentar el comercio local. Pero hay otra clave para lograr este cambio, y es la manera de consumir.
Sin consumidores responsables, todos los esfuerzos políticos serán en vano. Un punto de partida reside en la reducción de los desperdicios alimenticios. Un tercio de los alimentos producidos terminan en la basura siendo que en 2020 según la ONU entre 720 y 811 millones de personas sufrieron hambre en todo el mundo.
Algunas cambios necesarios para alimentar de manera sostenible

- Evitar el desperdicio de alimento.
El mayor desperdicio de alimentos se da en pequeños comercios por una mala gestión de stock. Como ejemplo tomado de un estudio, un comercio italiano en un año alcanzaban a desechar 70 toneladas de alimentos perecederos como pan, frutas y vegetales, lo que equivale a unos 170 mil euros. - Reducir la ingesta de alimentos de origen animal.
Los habitantes de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos consumen cantidades de carnes y sus derivados por encima de los niveles de salud recomendados. Para reducir la ingesta de carne, es posible sustituirla por proteína vegetal o por otro tipo de proteína animal, como podrían ser los insectos.
La propia FAO instaba hace años a la población a incorporarlos en su dieta para «contribuir a la seguridad alimentaria y a disminuir la huella ecológica».
En caso de continuar con el consumo de carne, que esta no proceda de ganadería intensiva o feedlot. - Elegir productos ecológicos.
No necesariamente se trata de consumir productos orgánicos certificados, sino de apostar a los mercados locales de producciones agroecológicas o en transición. Al menos que apliquen criterios sostenibles, como, por ejemplo, la rotación de cultivos, menos uso de pesticidas o un uso responsable de agua. - Consumir productos locales y de cercanía.
Los productos de cercanía y de temporada ayudan a minimizar la huella de carbono. Además, al reducir el impacto ambiental, se contribuye a mejorar las condiciones sociales y económicas del entorno inmediato. Al ahorrarse el transporte de los alimentos se disminuyen las emisiones de CO2. También se evitan cámaras de refrigeración, envoltorios plásticos, entre otros. Cuando sea posible, comprar productos a granel y utilizar envases y bolsas propios. - Consumir productos de temporada.
Esta sencilla medida puede contribuir significativamente a reducir la huella de carbono al tiempo que se apoya a la economía local. Además, no aseguramos consumir el producto en su mejor momento en cuanto a calidad/precio. - Apostar por el comercio justo.
En ocasiones no es posible adquirir productos de proximidad como el té o el cacao. En esos casos, apostar a la agricultura sostenible en toda la cadena de valor del producto, desde la plantación hasta el envasado y la distribución final. - Comprar menos productos procesados.
Los alimentos procesados alargan el proceso de fabricación del producto, por lo que su mera producción consume muchos más recursos. Además, es mucho más difícil rastrear su origen, ya que en ocasiones incorporan distintos productos llegados de diferentes latitudes. Los productos frescos siempre serán una alternativa más sostenible. Y más saludable.
Para lograr un sistema alimentario más sostenible, no bastará con adecuar los modos de producir alimentos, sino también habrá que cambiar algunos hábitos de consumo.
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