Finalizó la campaña „¡#Que el miedo se vaya!“, con amor y furia
Esta es la nota de la finalización de la campaña de Mutantia.ch “Que el miedo se vaya” cuya búsqueda fue que distintas voces … Leer Más
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Es fácil confundirse acerca de qué alimentos son saludables y cuáles no. Generalmente deseará evitar ciertos alimentos si desea perder peso y prevenir … Leer Más
Frente a la pretensión que el modelo económico capitalista (economía clásica, economía neoclásica y economía neoliberal) es un producto acabado – y por … Leer Más
Cuando uno ve la exitosa película “Matrix” no puede sino encontrar paralelismos con nuestra realidad actual. Como sabemos, allí se describe un mundo en el que los humanos están conectados a máquinas las cuales les hacen vivir una vida ficticia, una vida que no es suya. Los humanos crecen y viven en una realidad construida desde el exterior aunque habrá un grupo de personas que conseguirán averiguar qué está pasando y salir fuera del Matrix. Esta trama es una historia de ciencia ficción pero no distan tanto de lo que es la realidad porque la realidad no es otra que una gran parte de la población vive conectada a un programa diseñado desde el exterior, diseñado desde los poderes fácticos.
Es comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a dominarnos la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar actuar así. Pero este no es el modo en que vamos a proceder nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista. Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo.
En este fragmento de menos de dos minutos que forma parte del documental brasileño El veneno está en la mesa, Eduardo Galeano expresa un sentir de muchæs latinoamericanæs: los gobiernos progresistas también han traicionado a los pueblos . Apenas un ejemplo alcanza para justificar esta afirmación y el elegido es el caso de los agrotóxicos. Valga un ejemplo dentro del ejemplo: con miras a cumplir su Plan Estratégico Agroalimentario 2020 el gobierno argentino pretende instalar en Mendoza “el megaemprendimiento más grande del mundo en materia de potasio”.
La crisis sufrida en Islandia hace cuatro años se parece, en los primeros pasos dados por el Gobierno de entonces y por la reacción ciudadana, a la que se está sufriendo en gran parte del mundo capitalista. Pero la depuración de responsabilidades posterior y el proceso de participación ciudadana para la elaboración de una nueva Constitución han marcado una diferencia. Su ejemplo muestra que de la crisis es posible salir.
En el desafío de pensar y proponer un desarrollo alternativo, o mejor aún, “alternativas al desarrollo”, necesariamente debemos apuntar a la construcción de una sociedad y una cultura nuevas, sobre la base de principios y acuerdos sociales que superen el carácter depredador intrínseco al capitalismo y las utopías modernas: esas que vieron en el dominio y sometimiento de la naturaleza a la voluntad del hombre occidental, el trofeo de caza de la superioridad humana en el planeta.
La crisis que ha comenzado a afectar a amplísimas capas de la población en Europa no es la primera del capitalismo. Si este sistema continúa vivo, tampoco será la última: además de recurrentes e inevitables, las crisis son su alimento más nutritivo y reconstituyente. Los países centrales o poderosos (con respecto a los periféricos lo más veraz sería hablar de “crisis permanente”) han vivido tres grandes crisis, entre otras de menor importancia. Como explican Joan Junyent y Miren Etxezarreta, “cada una de ellas marca el final de una gran etapa y las medidas adoptadas para salir de cada una de estas crisis definen la fase siguiente del capitalismo”.
Miguel Altieri (MA) señala que los investigadores están mostrando que es posible proveer un ambiente equilibrado, rendimientos sostenidos, fertilidad del suelo mediada biológicamente, y regulación natural de plagas a través del diseño de agro-ecosistemas diversificados y el uso de tecnologías de bajos insumos. Ejemplos concretos de los mismos agricultores muestran que tales sistemas conducen al reciclaje óptimo de nutrientes y de materia orgánica; flujos de energía cerrados; conservación del suelo y del agua; y balance entre las poblaciones de plagas y sus enemigos. Estas prácticas agrícolas diversificadas explotan las relaciones complementarias que resultan de las combinaciones de cultivos, árboles y animales en arreglos espaciales y temporales.
En lugar de pagar la deuda climática, los países desarrollados han venido impulsando un fondo verde para el clima en el que participan capital privado y el Banco Mundial. Los mismos responsables de la crisis están llamados a resolverla con los mismos métodos que la crearon. Las organizaciones sociales se enfrentan a las soluciones falsas como la geoingeniería, la energía nuclear, las mega-represas hidroeléctricas, los agrocombustibles, y exigen el libre intercambio de tecnologías seguras y comprobadas y la defensa de los Derechos de la Madre Tierra como camino para restablecer la armonía con la naturaleza.
Botín será para unos meramente un tipo de calzado; para otros querrá decir aquello de lo que se apoderan un grupo de ciudadanos que va, roba un banco y se reparten la “cosecha”; y para otros, cada vez más, será lo contrario de lo anterior, aquello que un banco se apodera de sus ciudadanos cuando van a pedir sus servicios y luego se reparte los beneficios.
En nuestras raíces está la economía que tenga como objetivo cubrir las necesidades de nuestra población, fundamentalmente que todos tengamos las posibilidades de ingerir la comida sana suficiente y de beber agua pura. Esa debe ser nuestra primera meta económica junto con asegurar la vivienda digna para todos los habitantes del país. Naturalmente que para lograr eso tenemos que expulsar a las empresas que depredan febrilmente nuestra naturaleza. Por lo tanto la base de nuestro desarrollo (en el verdadero sentido de esta palabra), debe ser la agricultura, campo en el cual nuestros antepasados avanzaron tanto.
El primer domingo de febrero, arranca la octava edición “centralizada” del Foro Social Mundial en la Universidad Diop de Dakar. La metrópoli senegalesa, con casi 3 millones de habitantes, se perfila como un marco desafiante y prometedor para albergar al principal espacio altermundialista planetario. En una coyuntura muy particular donde todo el escenario político africano adquiere tonalidades impredecibles de la mano de las explosiones populares de Túnez y Egipto. Según los organizadores no menos de 60 mil personas participarán en el evento senegalés, que se realizará por segunda vez en África -la anterior fue Nairobi en 2007-. Desde su creación el Foro Social Mundial (FSM) se reunió en cinco ediciones en Brasil, una vez en India, y dos en este continente.
Las distintas crisis que hoy enfrenta la humanidad a nivel mundial resultan de un mismo fenómeno: un sistema que transforma todo –la tierra, el agua, el aire que respiramos, la naturaleza, los seres humanos- en mercancía; que no conoce otro criterio que no sea la expansión de los negocios y la acumulación de beneficios para unos cuantos. El ecosocialismo es una reflexión crítica. Critica la ecología no anticapitalista, la ecología capitalista o reformista, que considera posible reformar el capitalismo, llegar a un capitalismo “verde” más respetuoso al medio ambiente. El ecosocialismo implica tambien una crítica profunda, una crítica radical de las experiencias y de las concepciones tecnocráticas, burocráticas y no ecológicas de construcción del socialismo.
El comienzo del siglo XXI señala una paradoja decisiva, el capitalismo ha asumido claramente una dimensión planetaria pero al mismo tiempo ha iniciado su declinación. Existe una interrelación dialéctica perversa entre la expansión de la masa global de ganancias, su velocidad creciente, la multiplicación de las estructuras burocráticas civiles y militares de control social, la concentración mundial de ingresos, el ascenso de la marea parasitaria y la depredación del ecosistema. Esto significa que la superación necesaria del capitalismo no aparece como el paso indispensable para proseguir “la marcha del progreso” sino en primer lugar como tentativa de supervivencia humana y de su contexto ambiental.