Azúcar de los pies a la cabeza

“…cuando descubrí que mi hijo de 10 estaba comiendo cada año más que su propio peso en azúcar. 23 kilos de niño contra 30 de azúcar. No es una cantidad original. Es lo que se calcula come cada criatura comiendo “comida de niños”. 

Yogures, jugos, galletitas, panes, pastas: todo tiene azúcar. ¿Por qué? Porque el azúcar tiene el superpoder de volver todo más gustoso, también lo salado. Derriba la voluntad, la saciedad, la cordura. Produce adicción y a la larga, problemas. 

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Caries, diabetes tipo 2, hipertensión, cáncer, depresión: hay estudios que vinculan el exceso de azúcar a todo eso. Y hay investigaciones que muestran que la industria lo sabe desde los años 60. Y que desde entonces, siguiendo a pies juntillas a la industria del tabaco, se han encargado de ocultar pruebas, hacer contraestudios que den por mentira la verdad, contratar “expertos” que comuniquen a la población que lo importante es la moderación, o “la porción justa”.

No tenemos leyes que exijan a los fabricantes de comestibles que digan cuánta azúcar agregan.

Aunque la OMS dice que hay que lo mejor es limitarla a 6 cucharaditas diarias, y que los menores de 2 años deberían comer 0 gramos. El azúcar puede estar agregada en 56 formas distintas: sacarosa, jarabe de maíz, jugo concentrado, lactosa, mosto… A estas cantidades todas provocan daños.

La bomba está denotada. Y como los niños tienen cuerpos recién estrenados no nos damos cuenta de que los estamos exponiendo a un combo demencial.

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“Quiero comer lo que comen todos”, me decía mi hijo. Y aunque en mi casa decidí no ingresar más ultraprocesados, suelto en el mundo sigue enfrentado al mismo problema. Por eso, porque la comida es un hecho colectivo y no individual, tenemos que cambiar los acuerdos sociales. Dejemos de ver como normal que en las escuelas en lugar de bebederos haya kioscos, que los cumpleaños sean eventos tóxicos, que les sirvamos comida especial. Ellos no son de otra especie, son pequeños humanos que merecen ser cuidados, comer comida que les haga bien”

Por Soledad Barrutti del libro “Malcomidos

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