Científicos de Brasil y Ecuador colaboraron para realizar un análisis integral de los profundos impactos del uso de plaguicidas en el Amazonas. Su evaluación destaca los importantes impactos ambientales y de salud de estos productos químicos.
El Amazonas es vital para la biodiversidad, el clima, el ciclo del agua y el almacenamiento de carbono, y es hogar de culturas indígenas y clave para el bienestar del planeta. Cubre una superficie de unos 7 millones de kilómetros cuadrados y enfrenta importantes desafíos como la deforestación, las presiones del mercado internacional, leyes ambientales inadecuadas y el creciente impacto del cambio climático.
Como señala un estudio publicado a finales de 2023, una de las consecuencias directas de la deforestación en la Amazonia son los cambios en el ciclo del agua. “Es necesario que la humedad del suelo se evapore, forme nubes y vuelva a caer en forma de lluvia. Y para mantenerlo se requiere una rica vegetación, principalmente árboles, arbustos, epífitas y musgos, que conforman esencialmente la estructura de la selva amazónica. Si desaparecen, los recursos hídricos del suelo se secarán rápidamente”, explica Pablo Ochoa, profesor de la Universidad Técnica Privada de Loja (UTPL) en Ecuador y autor principal del estudio.
El impacto de la producción agrícola y los plaguicidas en el Amazonas

Además, de 2000 a 2020, la producción agrícola en la Amazonía aumentó un 327,3%, alcanzando aproximadamente 11,4 millones de hectáreas de superficie cultivada. Este crecimiento ha ido acompañado de un aumento significativo del uso de productos químicos agrícolas.
Según Ochoa, uno de los mayores problemas de sus colegas brasileños es que «para ampliar los límites de la agricultura y la ganadería, están utilizando glifosato a gran escala, como lo hicieron durante la guerra de Vietnam» para destruir la vegetación y eliminarla luego mediante incendios.
En Brasil, el país con mayor expansión de la Amazonia, en 2000 el consumo de estos productos era de aproximadamente 150.000 toneladas de principios activos, y en 2019 esta cifra había aumentado a más de 600.000 toneladas. Esta tendencia también es evidente en Ecuador, donde casi la mitad de su territorio está cubierto por bosque amazónico y, según la FAO, tiene una de las tasas de consumo de pesticidas más altas del mundo (25,8 kg/ha).
Alternativas orgánicas cercanas

Un estudio realizado en colaboración con investigadores brasileños identificó alternativas sostenibles al uso de plaguicidas en el Amazonas y centró la atención en la producción agrícola orgánica para especies silvestres.
Esta actividad beneficia la biodiversidad y protege el ecosistema amazónico, impulsando la bioeconomía local y generando un impacto social positivo para las comunidades.
Un ejemplo exitoso es la producción de guaraná, lo que demuestra la viabilidad de replicar estos métodos en diferentes cultivos y comunidades del Amazonas. Este enfoque sostenible no sólo es bueno para el medio ambiente sino que también fortalece las economías locales y mejora las vidas de las comunidades indígenas y rurales.
Contaminación de alimentos y especies
De 2013 a 2016, la Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario de Ecuador, también conocida como Agrocalidad, realizó un estudio sobre los límites máximos de residuos (LMR) de plaguicidas en alimentos, examinando 2.294 muestras nacionales.
En productos como tomate de riñón, naranjilla, fresas y tomates de árbol se ha detectado la presencia de pesticidas altamente tóxicos como thiametoxam, oxamil, metamidofos, ometoato, phosmet o carbendazim y otros. Por ejemplo, en algunos casos, el oxamil en naranjilla y el metamidofos en brotes detomate excedieron el LMR en 28,7 y 10 veces, respectivamente.
En octubre pasado, una investigación en Ecuador encontró niveles alarmantes de contaminación del agua relacionados con cambios en el uso de la tierra debido al crecimiento demográfico y la expansión agrícola en la cuenca del río Napo.
En resumen, se detectaron residuos de plaguicidas en todos los puntos de muestreo, siendo las tasas de aparición más altas para carbendazim, azoxistrobina, diazinón, propiconazol e imidacloprid. Los pesticidas organofosforados tienen un alto riesgo ecotoxicológico y pueden afectar hasta el 29% de las especies acuáticas.
Del Neolítico a la Revolución Verde
Hace unos diez mil años, la Revolución Neolítica transformó la sociedad humana de cazadores-recolectores nómadas a sociedades agrícolas sedentarias, marcando el comienzo de la domesticación de plantas y animales. Este cambio permitió a los humanos manipular el medio ambiente para aumentar la producción de alimentos. Esta domesticación, que incluyó cultivos como el maíz y la quinua en Mesoamérica y los Andes, fue un proceso gradual y transformó la productividad biológica natural en conveniencia humana.
La revolución industrial del siglo XVIII trajo cambios significativos a la agricultura europea, como la rotación de cultivos y el uso de tecnología moderna, aumentó la productividad, apoyó el crecimiento de la población y la transición a la industria.
La Revolución Verde del siglo XX continuó esta transformación con el desarrollo de tecnologías como las semillas genéticamente modificadas, el mayor uso de fertilizantes y pesticidas y la mecanización de la agricultura. En Ecuador y Brasil, esto ha promovido la modernización agrícola y el uso de químicos. Sin embargo, esto ha provocado problemas ambientales y de salud, así como una disminución de las prácticas tradicionales sostenibles.
Salud pública y pesticidas
La necesidad de realizar más investigaciones sobre la exposición a pesticidas en los países en desarrollo es importante dada la falta de datos y herramientas para evaluar los riesgos para la salud y el medio ambiente.
Para satisfacer esta necesidad, se desarrolló el Índice de Exposición Potencial a Pesticidas (PPEI), tomando en cuenta factores como la distancia entre las áreas residenciales y los campos agrícolas, y la toxicidad de los pesticidas utilizados y con qué frecuencia se utilizan.
Un estudio conjunto de la UTPL y la Universidad de Idaho (EE.UU.) realizado en la región sur del Ecuador identificó áreas con alta sensibilidad a residuos de pesticidas. El análisis encontró que de los 5.326 condados encuestados en la región, el 19,34% eran de alto riesgo según el PPEI, el 21,10% eran de riesgo medio y el 18,94% eran de riesgo bajo. Esto significa que casi el 60% de esta población está expuesta a algún tipo de riesgo.
Según las conclusiones de los expertos, este índice está demostrando ser una herramienta valiosa para que gestores y científicos evalúen el impacto de las políticas de uso de la tierra en los niveles de susceptibilidad a los pesticidas en profundidad.
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Con información de: https://www.agenciasinc.es/