Una mujer retomando el hilo de sus antepasados

Por Romano Paganini

En las palabras iniciales de la página Web de Manomama se refleja poca humildad: “Nosotros creamos valores.” Y un poco más abajo: “Eso solo funciona si superamos las fronteras del predio de nuestra producción. Por eso nosotros producimos radicalmente regional.”

Radicalmente regional

Hay poca gente que se expresa con tanta determinación, para reactivar un rubro económico que se ha secado hace décadas. O mejor: outsourced. Externalizando los costos en el este, en República Chéca, Romania, Hungría, Bulgaria o directamente a Asia. Sina Trinkwalder, fundadora de la fábrica de ropa Manomama de Augsburgo, lo dice igual. Sus hilos para tejer y bordar vienen de Nord-Rhein-Westfalen (1), cáñamo del Taubertal (2) y la lana para las telas de Augsburgo mismo. Y aún para el embalaje encontró un producto que viene de la región: sus jeans, sus blusas o polleras se envuelve en bolsas de papa de un campesino cercano.

-Un producto solo es sustentable si la cadena de valor queda en la región, dice la empresaria. Solo el algodón con riego de lluvia que por el clima no se puede sembrar en Alemania, viene de Turquía o Tansania (África).

Con ese concepto Manomama contradice a los estereotipos de economistas, banqueros y colegas de la industria textil. Ellos se han acostumbrado – como muchos consumidores – a que la tela y la ropa que se compra en Alemania vengan de lejos. Que se produzca, se fabrique y se envuelva lejos y que la única tarea que le queda a las empresas acá es el transporte, la importación y la venta en el mercado europeo. Lo lejos que estamos hoy en día de quienes fabrican los productos con los cuales nos cubrimos el cuerpo pone en evidencia la pregunta del millón sobre ¿cuántas vueltas por el globo ha pasado un jeans antes de llegar a la venta en el supermercado? La respuesta (3) se encuentra tanto en el saber popular como la consciencia de que tu propia ropa mucha veces esta teñida, cortada y cocida por manos de niños.   

Una realidad nefasta y lejana que hizo actuar localmente a Sina Trinkwalder.

La triste vida cotidiana en Augsburgo

Sina Trinkwalder viene de una familia de empresarios y trabajó muchos años en marketing. Es madre de un hijo de doce años y con la agencia de publicidad que fundó con su marido de entonces había ganado suficiente dinero para comprarse autos caros y relojes lujosos.

Pero Sina, que en ese momento cumplió treinta años, no quizo. A ella no solo no le gustaba el trato en el ámbito que trabajaba, también vio la vida cotidiana en Augsburgo, lugar donde ella se crió desde su adolesencia: predios industriales abandonados, gente esperando frente al ministerio del desempleo, los refugiados sin trabajo.

-Yo vi que la situación estaba empeorando año tras año y que corríamos el riesgo que la sociedad se cayera en partes, cuenta. Bavaria es la provincia más rica de Alemania, pero Augsburg esta considerada como la ciudad más pobre dentro de ella.

-Era claro que quería ayudar a la gente, dice ella. Pero todavía no sabía cómo.

Con el algodón se fue la industria

Escribo el año 2010. En Grecia el pueblo va a la calle contra los ajustes de impuestos por la Unión Europea, en Stuttgart hacen lo mismo por un proyecto gigantesco de tren (4) y en Augsburgo abre el museo de la industria textil (TIM). Tras las vitrinas se muestran ahora las máquinas y los aparatos que fueron característicos del lugar y le dieron prestigio a la ciudad, desde la Edad Media como capital europea de la producción textil. Recién a mitades del siglo diecinueve, cuando la lana y el lino local fueron reemplazados por el algodón y la seda de otros continentes, empezó el cambio económico. Fue potenciado por los desarrollos después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria empezó a "externalizar su costo" paso por paso. Durante ese proceso que duró hasta los años 1980 la industria textil Alemana perdió más que 400’000 puestos de trabajo. La razón principal: los costos, tanto de los materiales, como de la maquinaria y el lugar, y sobre todo por la mano de obra. Porque los derechos del trabajador con horarios fijos y sueldos mínimos se diluyen mucho más fácil si la gente que pone el cuerpo vive lejos de donde se toman las decisiones.  

Hoy en día solo un cinco por ciento de los textiles en Alemania vienen de una producción propia. Parte de ellos salen de Manomama.

Volver a las raíces

Durante la charla por teléfono Sina Trinkwalder apila sus carpetas, ordena papeles y limpia su mesa.

-Es como un chiquero acá, dice riéndose, si no se limpia de vez en cuando una no puede pensar claro. Cada tanto alguien golpea la puerta de su oficina, Sina pide disculpas,  y vuelve pocos momentos después al teléfono.

-Así organizamos nuestros encuentros laborales: parados, hablando poco pero lo esencial.

Se nota que a la mujer de 39 años se le ha acumulado desencanto y frustración durante los años trabajando en publicidad, con encuentros laborales donde todos hablaban sin decir nada. También por eso fundó Manomama: Para darle un sentido a si misma. Quería que en su equipo trabaje gente con capacidades diversas, pensaba en una empresa con una cadena de valor diversificada. Cuando escuchó de la apertura de TIM, allí tomó su decisión: quería reanimar la industria que más raíces tiene en la ciudad.

Aprender a coser por su cuenta

La búsqueda de la materia prima y de fábricas locales resultó muy fácil. En cambio encontrar a alguien que sepa, por ejemplo, trillar cañamo, peinarlo, sacarle la madera, cocinarlo y al final ponerlo en una hiladora, eso fue más difícil. Con la externalización hacia el Este no solo desaparecieron puestos de trabajo y la consciencia de donde viene la ropa sino también el conocimiento de como producirla.

Al final Sina Trinkwalder los encuentró igual, los curtidores, tejedores y calceteros de la región. También se encontró con las cocedoras y los productores de tela, con historiadores de cultura y campesinos que le explicaron todo lo que había que saber para empezar de cero una producción textil. Algunos tenían lágrimas en sus ojos. Hace años o décadas no iba alguien interesado en su artesanía.

Luego Sina Trinkwalder compró una máquina de coser y empezó a trabajar. Quería saber y comprender de A á Z, en qué consiste un vestido, como se tiñe la tela, como se corta, como se cose. Y por fin invirtió sus ahorros: primero en telas y torzal, después en el lugar y máquinas y un par de meses después en empleados, las mismas personas que en otros sitios fueron consideradas “fuera del mercado laboral”, tan caídas del tejido social que ni siquiera aparecian en las estadísticas del ministerio de trabajo.

Diez a doce Euros por hora

Ahora empezaron los medios de comunicación a interesarse por Sina Trinkwalder y su emprendimiento. La invitaron a talkshows, habló en radios y respondió a los periodistas que vinieron de todas partes de Alemania para verla en Augsburgo. El tenor fue claro: por fin hay de nuevo una empresaria que no solamente tiene una relación con sus empleados y con lo que ellos hacen con sus manos, sino que trata de vivir una ética en el día-día.

Hoy en día trabajan casi 150 personas en Manomama, todos con contratos fijos: hacedores de ropa, modistas, cortadoras, tejedores,cadetes. Mayormente son madres solteras, desempleados hace mucho tiempo, casi-jubilados y personas con capacidades diferentes o que han nacido en otros lugares. Sina Trinkwalder les paga mensualmente un sueldo de 10 a 12 Euros por hora, que se encuentra dentro del promedio de Alemania. Por las realidades diversas que existen dentro de Manomama los empleados pueden armar sus horarios de trabajo según sus necesidades, entre las 6 y las 22 horas las puertas de la fábrica están abiertas.

Su entorno le decía desde un principio que se dejara joder con los excluidos sociales y que se comprara una Mansión. También la repercusión de otros empresarios de la producción textil para armar una red en la región fue menos de lo que Sina Trinkwalder esperaba.

-En cambio, dice un poco enojada, me llamaron trabajadores sociales y estudiantes recién recibidos que querían hacer algo con lo textil. Eso no es tan fácil, dice ella. Además no somos un taller social que recibe dinero del Estado. Somos una empresa.

“Los empresarios tienen responsabilidad”


El intento de reactivar la industria textil con frescura e integrar personas que viven en la periferia de la sociedad, dejo sus huellas en el cuerpo de Sina Trinkwalder. Durante un buen tiempo ella sufrió de zóster y falta de sueño. En su momento trabajó veinte horas el día.

-Pero ya aprendí a cuidarme, dice, porque sino no te dejan chance en el mercado.

Coraje, sustentabilidad, solidaridad, desaceleramiento: esos son los valores que Sina Trinkwalder quiere crear.

-No soy una benefactora, que dona un poco dinero para calmar mi mala consciencia, destaca. Como empresaria considera que tiene cierta responsabilidad dentro de la sociedad, eso es obvio. Y si llegamos a un punto crítico, tenemos que poner el pecho y seguir.

Uno tiene que hacer los milagros por su cuenta, es el título del libro que escribió hace cuatro años. Manomama, ¿un milagro?

-Un milagro es algo que parece imposible de alcanzar, dice riéndose. Para los economistas convencionales Manomama parece ser un milagro.

El texto es parte del libro “Manos de la transición – Relatos para empoderarnos” que se publicará este año.

(1) Bundesland (Provincia) en Alemania
(2) Valle entre Núremberg y Fráncfort
(3) Son dos vueltas alrededor del mundo
(4) Las manifestaciones en Stuttgart fueron en contra del proyecto Stuttgart 21 que quiere reemplazar la estación de tren actual por una subterránea. Además implica la construcción de nuevos túneles y la conexión a la red transeuropea de trenes. Los vecinos, afectados por la obra que dura diez años, y varias organizaciones ambientales convocaron en 2010 a miles de personas para manifestar su desacuerdo con el proyecto. Unas de las razones principales fue el corte de más que 280 grandes árboles, algunos de ellos tenían alrededor de 200 años.

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