África busca canjes de deuda por clima para financiar acciones
Los líderes africanos están buscando canjes de deuda por clima para reducir los niveles insostenibles de deuda internacional al aceptar acciones y compromisos … Leer Más
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Hoy el ataque es a los jubilados, es decir, a los trabajadores que ya han cumplido su ciclo de trabajo de acuerdo a … Leer Más
Las bolsas chinas han conmocionado los mercados bursátiles del mundo. Otra vez. Con pérdidas muy superiores a lo ganado en 2015. Se desató un temor generalizado y la inestabilidad campa en los mercados financieros del mundo. Wall Street sufrió uno de los peores inicios de año de su historia y en España, el Ibex 35 tuvo la peor semana financiera de un año nuevo y sigue.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, afirmó hoy que es el momento preciso para que las economías del mundo apliquen un impuesto al carbono y eliminen los subsidios aplicados a los combustibles, con lo que se hará frente a los efectos del cambio climático.
"Lo político y económico son cuestiones académicas: hay una crisis todavía más grande, que es la que nos va a destruir a todos a menos que se haga algo al respecto, la crisis ambiental".
La interrogante es ¿qué estamos haciendo como humanidad con nuestro planeta? Estamos destruyéndolo para lograr, como utopía, que cuando toda la población esté empleada y cómoda, la economía no tenga la capacidad de sostenerla ni económica ni materialmente. La inviabilidad de la lógica del progreso como transformación de la naturaleza por el hombre se ha hecho patente, como indica Francisco Aguayo en su texto, mas adelante. Más que transformado, el ser humano ha destruido la naturaleza.
Transitamos una semana turbulenta, con muchos asuntos globales, regionales y locales para considerar. En el plano global se mezclan la finalización de dos cónclaves gubernamentales que analizaron la crisis: el G20 en México y Río+20 en Brasil. A nivel regional destaca el golpe institucional en Paraguay, con mucho olor a soja. Localmente creció la tensión entre la CGT y el gobierno.
Si el FMI promovió eficazmente algunos amortiguadores sociales a finales de 2008 tras la quiebra del banco Lehman Brothers, fue de acuerdo con los deseos de George W. Bush y José Manuel Barroso. Pero desde mediados de 2009 se ha aplicado ampliamente la estrategia del choque para imponer medidas de regresión social imposibles de aplicar en tiempos normales. Si observamos las condiciones de vida de los más desfavorecidos, no es posible afirmar que el FMI «es útil de nuevo». Al contrario, es necesario combatirlo firmemente y actuar para disolverlo y sustituirlo por una institución democrática y centrada en garantizar los derechos fundamentales, en una palabra, una institución «útil». Justo lo contrario del actual FMI.
Al contrario de lo que proclaman sus responsables, el FMI no es la institución que ayuda a los países en crisis, sino la que impone programas draconianos de austeridad y que defiende un modelo económico estructuralmente generador de pobreza y desigualdad. Es el propio accionar del FMI y de aquellos que sostienen la mundialización neoliberal lo que hace recaer el peso de la crisis sobre las poblaciones, que son sus primeras víctimas. El FMI es de hecho un instrumento de las grandes potencias utilizado para vigilar el mantenimiento del sistema capitalista y de los intereses de las grandes sociedades transnacionales.
El FMI prosigue con su papel de gendarme de un mercado desregulado e impone sus sanciones a los países que no abdican. Encuadrar un capitalismo salvaje mediante unas reglas cada vez más estrictas del FMI siempre para mantener un liberalismo cada vez más desenfrenado, ésta es la única obsesión de los que detentan el poder de decisión. Sin embargo, el coste humano y ambiental de semejante gestión se ha vuelto tan gigantesco, que ya no se puede evitar la necesidad de juzgar a los jefes de orquesta de este lamentable desastre, en primer lugar el FMI del señor Strauss-Kahn.
Abrumados por la especulación sobre la deuda, antes incluso de que intervenga el FMI, los Estados toman la iniciativa y se prevén reformas antisociales en España, en Portugal, en Irlanda, en Italia… En todos lados estos tratamientos de austeridad estrujan los salarios y preservan al gran capital responsable de este callejón sin salida capitalista. En todos lados los pueblos se movilizan y la única esperanza está precisamente allí, en esa movilización. Es urgente para todos y todas los y las que quieren resistir eficazmente a la lógica capitalista trabajar por la unificación de estas luchas.
Las reformas anunciadas por el G20 no van a transformar al Banco Mundial o al FMI en organizaciones democráticas. La distribución profundamente anti-democrática de los derechos de voto demuestran que el FMI y el Banco Mundial son instrumentos en manos de las potencias occidentales para imponer al resto del mundo políticas que sirven a sus propios intereses. A pesar de sus reiterados fracasos, el Consenso de Washington, suerte de manual del neoliberalismo, sigue siendo el orden prescrito por el FMI y el Banco Mundial a los países que buscan su "ayuda".
La actual tripulación capitalista al mando de la economía global ignora si los métodos keynesianos pueden reflotar la vida económica planetaria. Entretanto, cada vez más gente se pregunta si bastará un puñado de reformas de estilo socialdemócrata para reparar la economía global, o si la crisis habrá de llevar más bien a un nuevo orden económico internacional.
La reunión de la cumbre del G20 en Londres el 2 de abril tendrá una agenda muy nutrida y con certeza no cumplirá con las expectativas. El ultimo tema en el programa es la ayuda para los países más pobres, los cuales, mediante la disminución del crédito, la deterioración en las exportaciones y la baja en los precios de las materias primas, pagan el precio más alto en términos humanitarios a causa de un desastre causado principalmente por la gente más rica en los países más ricos.
La deuda pública interna de los Países en desarrollo (PED) ha crecido mucho desde la segunda mitad de los años 90. Dicho aumento es especialmente fuerte y preocupante en un gran número de países de rentas medias. Aunque a algunos países muy pobres todavía no les ha afectado este fenómeno, la tendencia se dirige claramente a la subida de la deuda interna de los PED. El coste es enorme.
El Acuerdo General de Mercados de Servicios (General Agreement on Trade in Services, GATS), exige a los países conceder el mismo tratamiento a los proveedores de servicios extranjeros que a las empresas locales. No obstante, los países en desarrollo se muestran poco dispuestos a hacer esto, debido a su actual mínima capacidad de regular los negocios transnacionales.